lunes, 22 de diciembre de 2008

PD

Soy un melómano que creyó que el futuro era demasiado importante.
Soy el caminante anónimo de la multitud.
Soy el fotógrafo de lo cotidiano.
Soy el ermitaño sin montaña.
Soy el escribano de la soledad.
Soy el cantante sin público.
...


Al menos soy algo.

martes, 16 de diciembre de 2008

Waking Life

Tal vez una de las películas que más aprecio, y de mis favoritos secretos. El saber que este tipo de narraciones me halla tocado, es una seña más de que mi cabeza está perdida en un lugar donde no puede expresar todo lo que quiere explorar. Fue demasiado refrescante encontrarse con un estilo de narración visual diferente, y con una historia tan particular. Junto con Befores Sunrise y Before Sunset, conforman ese grupo de películas que marcaron mi diferencia en gustos con la película comercial promedio, y, tal vez más importante, me dejó ser, al menos por hora y media, partícipe de conversaciones que valen la pena: Richard Linklater con Waking Life. Una sutil forma de mostrar pensamientos a través de un mundo de sueño. Vale la pena resaltar además la hermosa banda sonora hecha completamente por un grupo de cámara de tango.








How Soon Is Now

The Smiths- How Soon Is Now

A song I kept listening for about two months now... so real it hurts. A short lascivious lyric, and a sensorial experience. Enjoy.


I am the son
And the heir
Of a shyness that is criminally vulgar
I am the son and heir
Of nothing in particular

You shut your mouth
How can you say
I go about things the wrong way ?
I am human and i need to be loved
Just like everybody else does

I am the son
And the heir
Of a shyness that is criminally vulgar
I am the son and heir
Oh, of nothing in particular

You shut your mouth
How can you say
I go about things the wrong way ?
I am human and i need to be loved
Just like everybody else does

Oh ...
Oh ...

There's a club, if you'd like to go
You could meet somebody who really loves you
So you go, and you stand on your own
And you leave on your own
And you go home, and you cry
And you want to die

When you say it's gonna happen "now"
Well, when exactly do you mean ?
See, i've already waited too long
And all my hope is gone

Oh ...
Oh ...

You shut your mouth
How can you say
I go about things the wrong way ?
I am human and i need to be loved
Just like everybody else does

Ok ?


domingo, 7 de diciembre de 2008

Coltrane

One of the things I like about Buddhism is the concept of Enlightenment . Through meditation, and other pads teach by buddhist, one is able to reach a state of mind of prime intuition, direct knowledge, leading, perhaps, to the fact that everything is an illusion, suffering is something mental. I wish I could have a clear mind to get to stop thinking, but I can't, and the idea of trying meditation has always seem like a fair chance to find myself in another sphere.
Probably, a dog will have a good shot to get to that selfless state. For me, the words are the reason that makes it difficult to achieve any kind of higher knowledge. I speak out loud in my mind, in different languages, but always through words... its simpler for a dog :)... I remember that the problem of the words was one of the core issues in a lot of Cortazar's Rayuela chapters (my favorite book).
Anyway... I was talking with someone about this kind of issues, and then I remember a couple of times where I actually get to a point where I felt like I had left my body and just get in touch with some sort of prime intuition sphere, astral sphere, something higher.
One of those times was when having a jazz jam, playing saxophone, talking in notes, expressing myself through melodies, and nothing else, nor words or languages, just notes, not even thinking in my hands, just letting things flow, my senses where numb, a magical moment, where my fingers where always on tune, and the sounds stop being notes to become feelings. 

The second time was thanks to Coltrane while listening to the first part "Acknowledgement" in A love supreme. For a second there, my head stop thinking, and the saxophone became the road for my mind... hard to describe. Lets say I got some taste of Enlightenment, or at least the closest I ever been to a different state of mind.




A lot of things had been said about John Coltrane. The bottom line is, he was a master mind with a troubled soul, and he had the power to express himself in a sincere way. He came late in my life, but came really strong. Some people even see him as some kind of Dalai Lama, and even have a John Coltrane church... not so sure that was his original plan, but there's definitely something different about his jazz. So, here are some more tunes to catch up. Enjoy.


John Coltrane Quartet - My Favorite Things




John Coltrane - Naima




miércoles, 3 de diciembre de 2008

Down

De nuevo estaba solo. De nuevo estaba la acera, el cigarrillo, mi música, y yo. De nuevo caminaba por caminos que conocía de memoria, a través de los muros pintados de grotescas figuras, testigos de mi soledad como pocos, paredes que me han visto pasar, siempre igual, siempre sin compañía, siempre burlones. La gente a mi alrededor, los rostros felices, las caras de rutina, y mi pecho dolorido sin descanso. Era un ente más, un sujeto más, nada especial, algo invisible. Llegué hasta la biblioteca, al frente del café y del museo. Dejé que el humo me aceitara la mente, y esperé a que la belleza de la locación me calmara los nervios. Los sentidos perdieron agudeza, y entraba en un limbo donde sólo se escuchaba el aleteo de la sangre en mi cabeza. Con la vieja cámara decidí tomar imágenes del tiempo. De la colección que pretendo crear, al menos una fotografía debe ser lo suficientemente buena para que la muestre al exterior, y ya que no tengo medios para aprender de otros, empezaré a tomar el asunto en mis manos. Entré al museo buscando lugares nuevos, y encontré una exposición de arte moderno. Sin embargo esta vez no me detuve a encontrarle el significado a las sillas torcidas y las fotografías en lugares extraños, tenía una misión: encontrar poesía.

La idea sonaba simple. Leer Jhon Keats, un poeta que Cortázar también leía y a quien admiraba, un sujeto que según escuché tenía la sensibilidad para identificarse conmigo, con un pensador agobiado de excesiva conciencia. Ahora que se terminó la rutina, mi mente da vueltas sin parar, pensando una y otra vez en la soledad, en dejar de pensar, en la soledad del que piensa demasiado, en la resignación del solitario que piensa demasiado, en la mente insaciable del pensador solitario cuya mente da vueltas sin parar. A veces quisiera tener un antídoto, una manera de detenerme, de sedarme, de tener una vida sin palabras, en tener una mente muda, en disfrutar la cosas triviales que parecen ser suficiente para los demás. No encontré a Keats, y me tropecé con Baudelaire. No encontré el antídoto para dejar de ser lo que soy... tal vez solo la muerte sea anestesia suficiente.

Sólo quisiera apagar las luces, seguir escuchando a Bessie Smith, y dejar que el vino se llevara mis desvaríos y mi conciencia. Una larga conversación nocturna me hizo recordar los verdaderos dolores de la soledad. La rutina de la universidad, las neuronas ocupadas en solucionar cuestiones académicas, me habían evitado el suplicio de ser Alonso Llosa. El blues hizo que mi pecho terminara de sumergirse en un mar de espinas, y cuando Bessie cantó Take it Right Back, el sentimiento me sumergió en el dolor completo. I'm down, my chest hurts. La gente me busca para que les arregle la vida, y no puedo arreglar la mía. Es una lucha entre saber que la soledad es lo único para mí, y una parte que se resigna a creerlo. Admitirlo no significa que lo haga menos doloroso, menos tormentoso. Es un gran desierto donde solo yo recorreré las arenas, y el sol me devorará poco a poco las entrañas. No encontrar refugio más que en mí mismo, hace que los gritos queden ahogados debajo de la arena. 

Lo más difícil es saber que mi máscara todavía continua puesta, que nunca me la voy a quitar, que para el mundo seguiré siendo el mismo sujeto alegre y lleno de empatía, y que nadie sabrá jamás de las noches sin sueño y las lecturas secretas.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Monológico

Mi expresión se deteriora, mis palabras se reducen. He dejado de lado aquello que me impulsaba a sacar aquello que me atormentaba por las noches. Poco a poco dentro mí sé que está pasando aquello de lo que he intentado alejarme: me resigno. Dejo que pase el tiempo, dejo que la rutina dicte mi vida. Sin darme cuenta, he reprimido mis impulsos por alejarme de los círculos de siempre, he dejado que la llama que me hacía diferente perdiera su fuerza. Las caminatas, las pequeñas batallas ganadas pierden cada vez más significado. La soledad me consume mientras mantengo la sonrisa de siempre. La música me guía a lugares que quisiera explorar, pero la necesidad de crear se va desvaneciendo, desvanezco, pierdo aquello de lo que me sentía orgulloso.

Quiero culpar a la soledad. Hay una parte de mí que no puedo explorar con nadie, una serie de pensamientos que no puedo cultivar porque no existe un terreno fértil para hacerlo. Cada día tengo esa necesidad de sentirme conectado, de estar en algún lugar, pero cuando miro a la gente que aparece, se hace más fuerte la sensación de que no pertenezco, y sin embargo, sigo ahí, y me obligo a pertenecer, me obligo a dejar de ser. 

La mismas palabras recorren mi cabeza una y otra vez: estoy rodeado de gente y soy el ser más solitario. La soledad es lo mío. Caminar por ahí, sin destino, tomar un café, mirar el atardecer, mirar los edificios, dejar que la lluvia toque mi piel... son cosas que aprendí a disfrutar solo, y aunque suelo crear unos extraños escenarios donde tengo alguien a mi lado, la verdad es que la compañía haría del momento algo diferente. Pretendí ser demasiadas cosas y me quedé sin ninguna. Ahora todo es imaginación, y cuando la razón la ataca, sólo queda la desesperanza. Tal vez sea eso, perdí la esperanza. Acepté que siempre estaré solo, que nadie más reconocerá en mí las cosas que me definen, y el mundo sólo conocerá la brillante máscara que me formé. Así que ya no me molesto en buscar reacciones especiales en la gente, simplemente recorreré mis lugares dejando que alguna fotografía me conmueva, aprenderé a no compartir mis recuerdos, a que los pensamientos son míos, que los dilemas son propios, a que puedo alimentarme solo. Tendré que aprender a soportar el dolor que admitir la soledad trae, pero es mejor aceptarlo rápido antes que crearme ilusiones. Si, creo que con esto queda claro: perdí la fe en la gente. Aparentemente no existen personas que crean que la vida sea algo más que lo que aparece en sus narices, no aparece nadie que crea que la vida hay que pensarla. Tal vez es simple rabia, acumulada por tanto tiempo de no encontrar algo que me de esperanza. Tal vez soy yo, que dejó de lado el camino de aquellos que dejaron de hacer preguntas hace mucho tiempo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

El Cielo y la Ciudad

Terminó más rápido que de costumbre la pequeña clase que dicta los sábados porque no quería que lo atrapara la lluvia en un intento más de llegar ha ningún lugar en una de sus caminatas sin destino. Siempre dicta esa pequeña clase como forma de agradecerle a su profesor de idiomas las clases gratis que suele darle, y aunque tome demasiado la noche anterior, y aunque a veces no llegue a casa, la mañana del sábado no puede faltar a la cita. El mediodía era un típico mediodía bogotano, suficientemente claro para convidar a los transeúntes a salir, pero suficientemente nublado para esperar un diluvio. Desayunó tarde, y sin demasiada prisa por la comida del mediodía, prendió un reproductor de música viejo, y escuchando una elección propia de rock independiente británico, y empezó a caminar de nuevo hacia el sur por la acera principal, sin saber a donde lo llevaría esta vez el impulso de caminar. Esta vez, a diferencia de la mayoría de veces, lo único que cruzaba su mente eran las melodías y las letras de las canciones vibrando en el par de audífonos, y mientras daba un paso, sus manos seguían el recorrido de los trastes imaginarios de una guitarra imaginaria, y tomaban con fuerza las baquetas imaginarias de una batería imaginaria, mientras cantaba a un volumen suficientemente alto como para que lo consideraran un loco.
Caminó más lento que de costumbre, tal vez esperando que la hora de la comida o la amenaza de lluvia terminaran por quitarle el impulso de adentrarse en la ciudad, pero la indecisión se desvaneció, y encendió un cigarrillo en un kiosco en el momento en que empezaban a caer gotas de cielo. Se quitó los lentes, tomó un par de bocanadas de humo, y subió el rostro, disfrutando la forma en que las gotas frías tocaban su piel. Siguió caminando, y disfrutó el momento hasta que sintió que el vértigo de la lluvia aumentaba fuertemente. Buscó refugio rápido en un techo corto a la entrada de una panadería cercana, y terminó el cigarrillo mientras la gente corría de un lado para otro buscando escapar del agua. 
El tiempo pasó al ritmo de la música que escuchaba, el salpicar de las gotas sobre los charcos lo mantuvo distraído por un buen rato. Estaba serio, distante, miraba el cielo, miraba la gente correr. Pensaba en lo poco preparado que estaba para un cambio de clima, pensaba en que tal vez su camino terminaría ahí. Examinó el interior del local. Un par de mujeres estaban refugiándose del cielo, compraron unos panes, y hablaban de algo que no podía distinguir mientras que se reían nerviosamente después de que él las mirara sin ningún interés en particular. Una niña pequeña, con unas botas de caucho y un trapero viejo estaba determinada a combatir la entrada del agua al sótano. Una niña más pequeña aún llegó hasta la puerta, habló sobre un aguacero y le regaló una sonrisa. Cuando él le devolvió con la misma sonrisa, el par de mujeres se conmocionaron, tal vez porque lucía demasiado distante y frío como para sonreír.
El tiempo pasó, compró unas galletas con chocolate con la intención de engañar a su estómago, y observó las noticias de un televisor dañado. Cuando sintió que la lluvia cedía, salió del local y caminó con las manos en los bolsillos de nuevo por la acera. Esta vez el agua lo empapó en cada centímetro seco, y el agua inundó el interior de sus zapatos de tela. Volvió a subir la mirada y sentir las gotas sobre su rostro. Tomó otra estación, y se puso a bailar al ritmo de Futureheads en las escaleras de un edificio viejo. Un sujeto con pocos cabellos en su calva, se tapaba con una agenda la cabeza. Siguió caminando, observaba la gente refugiada, los carros nadando, los árboles inquietos. Entró en un centro comercial, esperó otro rato más al frente de un banco, llegó al frente de un museo y decidió regresar. Tomó el bus, se sentó al lado de una mujer con una perforación en el labio, una chaqueta de jean, y un gorro azul. El diluvio hizo que el tráfico fuera extremadamente lento y en el punto de mayor afluencia vehicular, un par de carros de bomberos termino por paralizar el flujo. Cerró los ojos y se dejó vencer por el tedio y los gases nocivos de los carros. La mujer a su lado también parecía dormir, aunque sintió que se apoyaba cada vez más en él de manera intencional. Llegó a su casa una hora después, cansado, mojado, y sin demasiada satisfacción. El cielo no quiere a la ciudad, e hizo lo posible para convencerlo de su posición.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Deja Vu

Hacía tiempo no sentía que la soledad me arremetía con tanta fuerza. Tener que reprimirse tantas frustraciones pueden acabar con las ganas de luchar, y es inevitable que descuide las cosas por las que debo responder. Tal vez si tuviera alguien sobre quien derrumbarme sería más fácil conciliar las cosas, o al menos volver a ese estado de anestesia mental en el que se deja de pensar demasiado y a veces envidio. Solo queda el sentimiento de amargura, de tener tanta gente a mi alrededor que me ve como la persona más sociable y extrovertida del mundo, cuando en realidad, la máscara social solo oculta la soledad de mi interior.

Siempre fui demasiado observador, tal vez demasiado para mi edad. Después de haber sido una persona distante y aislada, reconocí los comportamientos que traían consigo la simpatía de la gente. Aprendí a manejar el público porque desde pequeño estuve al frente de grandes auditorios, y aprendí a contar historias. Me gusta creer de aquellos que dicen que hay que ser muy inteligente para hacer reír a la gente, y creo que puedo hacerlo sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, para los que me conocían desde antes, me mantuve con el mismo perfil bajo, aislado, leyendo libros en el tiempo libre, perdiendo tardes enteras en una partitura, haciendo cosas que una persona normal no hacía. Supongo que todo hace parte de lo que me convirtió en lo que soy, aunque hay veces que nunca termino de descifrarlo bien.

Llego a un lugar y la gente empieza a animarse. Pregunto por todos, me preocupo por que todos se sientan incluídos. "Ustedes son pura alegría", eso fue lo que dijo un conocido cuando empezó a conocerme con mis amigos. Invento algo, saco un apunte, hago que todos se sacudan, se la monto a alguien, me burlo de mi mismo, digo algo sexista, miro directamente a los ojos a las mujeres del lugar. Puedo decir que tengo habilidades sociales, que puedo hablar con cualquiera sobre casi cualquier tema. Sin embargo, la máscara nunca es seria. La gente a mi alrededor a veces simplemente se queda callada esperando a que yo diga algo, que saque la chispa que haga estallar las risas, que saque el apunte que les alegre las vidas. "¿Alguien ha llevado alguna vez un diario?", dijo Asia, y yo simplemente me mantuve en silencio, dejando que la máscara se hiciera cargo de evitar la pregunta y sintiendo los comentarios de los demás hiriéndome el orgullo. 

A pesar de todo, es evidente que mi problema es no tener con quien hablar de cosas que valen la pena ser habladas, y he estado así por tanto tiempo, que simplemente creo que cuando llegue el momento de hablar de cosas más cercanas al alma, no seré capaz de decir nada. Es difícil cambiar de círculos, y la gente con la que me ha tocado convivir no me ofrecen ese estímulo para sacar de mí tantos pensamientos que merecen ser pronunciados pero que nadie está dispuesto a escuchar. La envidia que siento por aquellos que elegieron darle rienda suelta a su mente y dedicar su vida a ello no tiene fin. Mi decisión no fue cobarde, sólo miope, y no tenía tanto criterio en aquel momento, todavía no tengo nada cercano uno. 

Lo más normal de alguien como yo sería tener pareja. Pero no he podido encontrar alguien que me incite a mostrarle el sujeto detrás de la máscara. Seguiré siendo hermitaño supongo, aquel hermitaño sin montaña. Gente a mi alrededor que me aprecia, pero nadie que me entienda, nadie que quiera descubrir lo que hay por dentro. Soy demasiado exigente después de todo, poco conforme, fuera de contexto, lejos de mi elemento. El que piensa demasiado nunca puede ser feliz, el que piensa demasiado está condenado a la soledad.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Desvelos

Últimamente he estado agobiado de demasiados deberes que no pueden aplazarse. Descubrí en la cafeína la mejor herramienta para aprovechar la noche, y en la noche es cuando mi mente está más despierta, aunque el resto del día a veces parece que pierde el brillo. Tres noches seguidas he mantenido mis párpados abiertos gracias a grandes dosis poco saludables de tinto negro fuerte. Después de un tiempo intentando trabajar, simplemente empiezo a distraerme con facilidad y a intentar hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Me quedo dormido mientras intento escribir, incluso cierro mis ojos y me imagino las palabras que atraviesan mis dedos sin demasiados rodeos. Nadie dijo que esto era fácil, pero mi cuerpo ya me está cobrando las veladas sin descanso que he tenido que soportar.

El sueño es brutal, tal vez si cierro mis ojos lo próximo que salga vendrá directamente del subconsciente. Ya van casi dos párrafos borrados por incoherencias que pronuncian mis dedos cuando cierro los ojos.... lo que siga lo escribiré otro día.

En los últimos días me dejé absorber por completo por los deberes y la rutina. Por un par de semanas fue necesario dejar la pensadera y convertirme en un autómata que simplemente trabaja y trabaja para conseguir una calificación decente. La noche siempre ha sido mía, el momento de mayor lucidez, pero dejar la noche para los trabajos me ha desgastado de una manera considerable, y siento que me encierro en una jaula cada vez que tengo que darle mis mejores minutos a algo que no me motiva demasiado. Me consumo, me desvanezco, y mi mente se anestesia en el proceso. Me vuelvo igual a todo el mundo. Quiero convencerme de que estos momentos son sólo temporales, que al menos una vez cada cierto tiempo debo concentrar mis energías en luchar por terminar las cosas que he comenzado, aunque cada vez es más difícil de conseguir. Después de hacer por tanto tiempo cosas que no me gustan, empiezo a odiarlas.

Me desvelo siempre, me desvelo por gusto. La noche es mía y la luna es mi testigo. No sé en que momento empecé a robarle tiempo a mi noche para otras cosas ajenas. Debería empezar a madrugar para aprovechar mejor el día, pero es imposible para alguien como yo. Quisiera decir que he perdido el horizonte, pero es evidente que nunca he tenido uno. La idea de dejar tirado todo y escapar a un lugar lejano me invade demasiado seguido. Tres mil dólares para irme a Inglaterra, cuatro mil dólares para irme a Japón, viajar, cambiar de aire.... todo se reduce a dinero... para tener dinero tengo que trabajar... para trabajar de una manera digna debo terminar... para terminar tengo que seguir soportando las veladas sin sentido.... dinero para compararme la libertad... esclavitud antes de libertad.... esclavitud antes de la esclavitud para lograr la libertad. Por ahora solo me queda maldecir en la noche.

domingo, 26 de octubre de 2008

Pasiones

Cada vez que conozco a una persona nueva siempre hace la misma pregunta, y yo siempre respondo igual: "¿Qué estudias?"- y yo - "¿Qué parece?". Con la del sábado ya van dos veces que me responden literatura. Cuando me responden, tengo una lapso donde me cuesta volver a la calma, donde hay muchos sentimientos desbordados y encontrados con los que siempre debo lidiar. Entre los pensamientos que se cruzan, me llega una sensación de tranquilidad por saber que a pesar de que estudio lo que estudio, al menos mi rostro quiere reflejar mis pasiones. La melancolía también es muy fuerte. Saber que la vocación está en otro lugar es duro, y trato de convencerme de que con el tiempo y el trabajo podré alcanzar a dedicarme en alma a mis verdaderos gustos. Para el que me preguntó, simplemente suspiré, y seguramente es difícil decidir si lo hice por soltar presión o por simple tristeza.

Supongo que es lo más normal de este mundo el preguntarse por la verdadera vocación. Cada vez se ve muy lejano aquella época donde tuve que decidir que carrera iba a estudiar. Decidí estudiar aquello en lo que era más habilidoso, y dejé de lado todas las cosas que me llenaban de mayor excitación. Ya han pasado los años, y es cada vez más claro que ciertas decisiones es mejor tomarlas con el corazón y no con la lógica. 

Quiero escribir. No soy bueno en escribir, pero tengo claro que lo quiero hacer. Probablemente sea malo para la literatura, en parte porque no puedo imaginarme una historia completa nacer desde cero. Mis metáforas son malas, cuadriculadas y repetitivas, y mis descripciones son vagas y poco esclarecedoras, y aún así sé que quiero escribir. Quiero ser un cronista, quiero mostrarle al mundo lo que pasa en algún lugar. La crónica escrita es algo que me enloquece de una manera especial, quiero que la gente conozca a través de mis palabras, quiero que alguien vaya formando la imagen de lo que sucedió a través de cada una de mis líneas. Soy malo en eso, pero supongo que también es cuestión de práctica. Probablemente soy el único tonto de mi carrera que escribe cosas tontas unas cuantas veces al mes, pero este pequeño espacio es de las pocas cosas de las que me siento orgulloso. Soy un cuentero, me gusta creer que lo soy, un narrador de cosas cotidianas, y es una virtud que creo que los que me conocen también me reconocen. De todas formas, siento que, a pesar de no ser el mejor en ello, escribir es una prueba de la existencia, y hay veces que escribir es lo único que se necesita para saberse vivo. Eso, por un lado.

L0s miles de adjetivos que tenemos para describir las cosas no son suficientes para describir la sensación de improvisar jazz, blues, o cualquier música. Sólo alguien que escucha con los ojos cerrados y con mucho volumen Love Supreme de Jhon Coltrane, siguiendo cada cadencia del saxofón, o cada cambio del ritmo podría llegar a sentir parte del éxtasis que provoca lograr compenetrarse lo suficiente con la música como para sentirlo en las piernas. Hace un tiempo que tengo mi instrumento principal abandonado, todo por la falta de una rutina. Todavía recuerdo aquellos momentos sensorialmente extremos cuando improvisaba con una banda de reggae que tocaba bossa nova, cuando cerraba los ojos y hablaba a través del saxofón, y charlaba en ese idioma con la guitarra, y el mundo desaparecía, y quedaba ciego, en un limbo sin partituras ni notas, donde las frases eran melodías, y los bajos el paisaje de fondo. Recuerdo también el capítulo 17 de Rayuela, el mejor capítulo para el amante de la buena música de otras épocas. No estudié música por huevón. Era la elección más próxima y sencilla, una evolución natural de lo que siempre anduve haciendo, una extensión natural de un proceso que llevaba desde pequeño. Sólo el paso del tiempo hizo que la gente dejara de preguntarme del porqué no lo hice, y ahora que vuelvo y me pregunto, no queda sino la rabia conmigo mismo. Ahora, cuando mi cabeza vuela creando nuevas melodías, no puedo dejar de recriminarme que tengo aún lo necesario para triunfar, incluso de cantaor. Eso por otro lado.

Me puedo quedar horas viendo una fotografía. Me puedo quedar horas planeando una fotografía. Una fotografía crea en mi un manantial de sensaciones sin mucho esfuerzo, aún cuando esté mal tomada. Cuando voy a una exposición de fotografía, mi corazón da vuelcos desaforados cuando encuentro algo especial, y cada foto siempre tiene algo especial. No tengo técnica, no tengo un criterio influenciado por algún conocimiento previo, pero creo que puedo identificar una buena fotografía. También es por eso que me duele cada vez que veo una foto perfecta y no tengo una manera de tomarla. Esa es mi próxima compra, la cámara ideal. Ya he averiguado lugares para pagarme un curso de un nivel decente, pero de nuevo el dinero es lo que se me atraviesa en el camino, y no me queda más que seguir esperando.

Una evolución natural de mi gusto por la música y la narración es la radio. No puedo evitarlo, pero tampoco vale la pena ignorar el hecho que soy el único que le gusta escuchar programas de radio de opinión, el espacio cultural de Radiónica, o el programa de historia de los sábados. Del mismo modo, la creación audiovisual es una evolución natural de mi gusto por la narración y por la fotografía. Mi oficio ideal es muy especifico: director de la Sub30, el magazine juvenil de señal Colombia. Esto suena muy especifico, pero hay que admitir que el gremio de las comunicaciones está dominado por un puñado de personas, y ese medio es demasiado superficial para mí. Eso es algo más bien lejano e improbable, pero fantasear es gratis todavía. Es lo más opuesto de lo que voy a hacer cuando termine de estudiar.

Quiero viajar. Quiero conocer el mundo. Soy flaneur después de todo. Seré un nómada por algún tiempo, para empezar tengo que reunir los tres mil dólares para irme a Londres a vivir de lo que sea. Caminar un nuevo país es algo que sólo he podido hacer una sola vez con muchas dificultades. Escribir sobre mis recorridos, grabar el mundo entero. Esto lo haré con certeza, es algo que tengo claro y hay muchas cosas aplazables a excepción de esa. 

Hay muchas más cosas. Intentarle arreglar la vida a la gente no sé si tenga nombre propio, pero aparentemente es de las cosas que más me gustan hacer. Si se pudiera vivir de leer, sería un oficio ideal para mí. Si me pagaran por pensar, sería el hombre más feliz del mundo. Si dejara de pensar en las noches, tal vez podría aprender a despertar a tiempo. Si el mundo te recompensara por ser lo que quieres ser, la vida sería tal vez demasiado fácil.

jueves, 23 de octubre de 2008

It Ain't Me Babe

A song I need to dedicate.


It Ain't Me Babe - Bob Dylan






Go 'way from my window,
Leave at your own chosen speed.
I'm not the one you want, babe,
I'm not the one you need.
You say you're lookin' for someone
Never weak but always strong,
To protect you an' defend you
Whether you are right or wrong,
Someone to open each and every door,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.

Go lightly from the ledge, babe,
Go lightly on the ground.
I'm not the one you want, babe,
I will only let you down.
You say you're lookin' for someone
Who will promise never to part,
Someone to close his eyes for you,
Someone to close his heart,
Someone who will die for you an' more,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.

Go melt back into the night, babe,
Everything inside is made of stone.
There's nothing in here moving
An' anyway I'm not alone.
You say you're looking for someone
Who'll pick you up each time you fall,
To gather flowers constantly
An' to come each time you call,
A lover for your life an' nothing more,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.

sábado, 18 de octubre de 2008

El Baile

Bajo el efecto del ron, su peor enemigo, el lugar le parecía un universo completamente distinto. Mesas con manteles blancos y adornos centrales elegantes de flores costosas, sillas forradas con cintas, meseros vestidos con uniformes blancos y guantes, una pista de baile de madera perfectamente pulida para la ocasión. Era un baile en un club de gente con mucho dinero después de todo. La sala era grande, con techos altos forrados de tela trenzada, la primera vez que veía tal cosa en su vida, y un impecable tapete rojo en la zona de descanso. El lugar estaba iluminado por unas lámparas particulares: esferas de alambres cubiertas por tela blanca que hacían recordar pequeñas lunas por toda la bóveda celeste.
Su traje fue mandado a hacer con el amigo de la familia de toda la vida, y su camisa era la única camisa que tenía (porque simplemente odia ponerse camisas). Los zapatos eran viejos y económicos, y no tuvo tiempo de pasarles betún, por lo que eran opacos y nada especiales. Su corbata era negra, al menos se había salido con la suya al poder elegir el color, pero el resto de cosas a su alrededor le eran demasiado ajenas, demasiado exótico, tal vez inalcanzable en cierto punto. "Too fancy for me" fue lo que le nació a decirle a su hermana cuando le alcanzó una copa de champaña. 
En un momento de la noche le pareció que volvía a los tiempos del colegio. En esa época nunca fue demasiado extrovertido, y en parte se mostró así porque sabía que su familia no contaba con las facilidades económicas que tenían la mayoría sus compañeros. Estudió en un colegio donde todos vivían en el norte, cuando vivir en el norte significaba tener dinero en abundancia. Él, en cambio, tenía que despertarse a las cinco de la mañana para lograr atravesar la ciudad a tiempo para la formación del principio del día. Sus padres trabajaron duro para darle buena educación, y aunque cuando llegó a la universidad lo valoró mucho por la facilidad con la que aprendió a desenvolverse, a veces se preguntaba si no hubiese sido mejor haber tenido un contacto con gente en las mismas condiciones que él tenía. De todas maneras la mayoría de sus recuerdos fueron agradables, a pesar de una que otra frustración por no poder llevar su vida más allá del aula de clase. Sin embargo, esa fue la razón de menor peso para que en su vida de estudiante fuera un sujeto de pocos amigos. Por alguna razón que siempre quiso atribuirle a algún ente sobrenatural o un destino más grande que él, en el colegio llegó a tener el status de niño genio. Nunca fue un tipo estudioso, sino más bien vago y perezoso con los deberes, pero siempre era el más atento a las clases y el primero en entender las cosas, razón por la cual ejecutaba con rapidez asombrosa cualquier tarea a realizar. Era un colegio de hombres al norte de la ciudad, y se ganó el guiño de los profesores por su interés y aparente facilidad para entender las explicaciones: el estudiante ideal. Además, contaba con un especial don para hablar y escribir, que combinado con sus facilidades para las ciencias puras, terminaron por convertirlo en la esperanza de la institución. Si se agrega el hecho que era el músico del colegio, el saxofonista que representaba al colegio en los eventos culturales, no era de sorprenderse que le entregaran la placa a mejor bachiller cuando terminó los estudios, aunque él se sorprendió mucho cuando lo llamaron para entregárselo, tal vez porque a pesar de todo, nunca se creyó la gran cosa.

Bailó mientras la música fue buena, que fue casi toda la velada. El sólo gusto de moverse fue suficiente para que se olvidara de la falta de madurez de la cantidad de colegiales a su alrededor. Le daba gracia ver tantos sujetos sin el mínimo sentido del ritmo, pero no se le cruzó por la cabeza que alguna vez él tampoco tenía claro la forma correcta de hacerlo. Cantó todo lo que recordaba, y las personas que algo conocían de él se sorprendían que tuviera tantos conocimientos de la canción popular cuando casi siempre proyecta cierta xenofilia musical. Cuando llegó la tanda de la música que más domina, de los beats y los bajos intensos, sintió la falta de energía y la nostalgia por su lugar favorito, y a pesar de que quiso expresar su inconformismo, recordó que la mayoría de la gente que estaba a su alrededor no conocía el verdadero sentido de un lugar con buen ambiente.

Se sintió viejo. Podía ver muchas mujeres hermosas pero ninguna le llamaba demasiado la atención. Reconoció la belleza de más de un par de mujeres, salidas de alguna pantalla de televisión, pero al saber que eran muchachas que apenas van a conocer el mundo y no han formado un criterio propio tomaba otro poco de ron. No es que fuera demasiado mayor que ellas, 2 o 3 años máximo, pero su mente, al menos para él, está una década más allá. Las únicas mujeres que le gustaron, eran años mayor que él, una incluso era del profesorado, y al inspeccionarse desde afuera se dio cuenta que tiene un serio problema al creer que la madurez mental tiene algo que ver con la madurez corporal, y le pareció que era patético, aunque probablemente se mantendría así. Un par de sonrisas lo cautivaron, pero ninguna en especial le provocaron pensamientos de amor o de lujuria. Si en un lugar como este donde la gente es bonita y se empeña como nunca para lucir aún más bonita no podía observar algún vestigio de lo que busca, es porque no existe tal cosa. Al final de la fiesta, terminó hablando con sus viejos en una mesa y se sentía más cómodo ahí, con ellos, hablando de los precios elevados y la construcción del lugar que hablando con las niñas bien vestidas que bailaban ya sin zapatos.

La madrugada fue fresca y fría, la luna era grande y la caminata por el parqueadero del club le hizo comprobar que su hermana debía sentir la mismas frustraciones cuando sus amigas llegaban en carros lujosos y brillantes mientras que ellos subían al coche estrecho de siempre.

Al baile de su propia promoción no fue . Por un lado, encerrado en un colegio de hombres, y con una vida que consistía en colegio, conservatorio y apartamento, nunca pudo tener un mundo social muy amplio. El no tener pareja para ese momento era una situación deprimente. Él solía envidiar a todos aquellos que vivían en un conjunto cerrado, donde podían al menos tener contacto con los vecinos, conocer chicas, jugar fútbol. Por otro lado, nunca pudo haber reunido todo el dinero que significaba costear el evento. Conociendo su situación, dejó de lado la idea de asistir, y no apareció en la foto con corbata que la mayoría aun conserva.

Llegó a casa con ganas de escribir, con ganas de contarle a alguien, pero recordando que no tenía a quién contarle nada. Dejó que le ganara el sueño y el ron, y durmió hasta el atardecer del siguiente día. El baile significó un encuentro con su pasado, una ventana para rememorar las circunstancias que lo convirtieron en lo que es, y para mostrarle que a pesar de todo, no ha cambiado tanto como creía.

jueves, 16 de octubre de 2008

De otras cumbres

De repente me veo envuelto cada vez más en un mundo en el que no pertenezco. Es uno nuevo, uno diferente a aquel al que me suelo mover, pero este es aún más desgarrador y alienador. No sé que es lo que tengo que siempre me veo rodeado en entornos que no tienen nada que ver con lo que quiero a mi alrededor, pero la desesperación se me está acumulando poco a poco. He ignorado por demasiado tiempo la falta de identificación con el lugar donde estoy, y en estos días poco me ha faltado para dejarlo todo y salir corriendo hacia las montañas, esperando cualquier excusa para que me caiga encima una avalancha de lodo y selva que se lleve consigo todo lo que alguna vez pretendí ser y nunca terminé de completar.
Ya no me entiendo. Ahora resulta difícil seguirme el rastro que antes parecía ser claro y es irónica la forma en que se mueve la marea a la que mi estado de conciencia se somete cada tiempo. Conformismo, tranquilidad, pertenencia... luego desprecio, incertidumbre, desarraigo... luego de nuevo tranquilidad... luego de nuevo locura. Aquel que piensa demasiado nunca será feliz completamente. Pensar demasiado las cosas, calcular las posibilidades, preguntarse por los argumentos, por las personas, por el país, por el mundo, por la soledad, todo termina en una cachetada a la seudo tranquilidad que domina al sujeto incauto y del que a veces es imposible dejar de sentir envidia. Una vida tranquila, sin pensamientos demasiado profundos, mecánica, biológicamente adecuada, medida, incluso impuesta... todo es deseable en ciertos momentos en que no se puede bajar el fusible del sobrecalentamiento mental. De repente es fácil encontrar en las subculturas urbanas una forma fácil de olvidarse de la libertad individual y de la necesidad de tomar elecciones, y aparece un resentimiento por lo que se puede lograr en una situación tal donde las elecciones más sencillas y superficiales parecen ser mucho más satisfactorias que las mías. Al final del día, todo es cuestión de la soledad acumulada. 

Mi máscara social a veces me asombra. Mi capacidad para entablar una conversación, crear un canal de diálogo, o bromear en un grupo nuevo es ciertamente buena. Recuerdo que solía ser un tímido completo sin más, pero ahora se leer la mejor forma que existe para aproximar a las personas, y mi capacidad de improvisación y manejo de gentes debe ser envidiada. Sin embargo, no deja de ser una máscara. La máscara puede estar muy bien confeccionada, y puede parecer muy real, y la he utilizado por tanto tiempo que nadie conoce con certeza que exista algo debajo. Eso es lo más triste, que ya no me sé quitar la máscara, que con el paso del tiempo de me tomé el papel muy en serio, y me toca recordarme cada cierto tiempo la verdadera cara detrás del cuero podrido que la adorna. 

He llegado a la conclusión que el fatídico problema para despertarme temprano es una combinación de falta de interés en el mañana y una falta de sueño por amor a la noche.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Borroso

Tantas cosas tenía en mente por escribir que terminé por no escribir nada. Cada tarde llegaba a mirar el espacio en blanco y buscaba el inicio perfecto para tener la narración perfecta, el párrafo ideal, la frase memorable. Nada surgió, y ahora que debería aprovechar el tiempo para adelantar deberes es que me pongo a escribir de nada en particular.
Muchas cosas han pasado por mi desordenada cabeza en los últimos días. Siempre he sabido que soy demasiado maduro para mi edad, pero poco a poco he descubierto que además de eso, es cierto que he madurado, al menos en una pequeña medida. Hay cosas que me hacen sentir viejo, o al menos de una generación pasada, sobre todo cuando descubro la ligereza del pensamiento de los nuevos adolescentes. Entre rock sin sabor y ritmos isleños denigrantes, creen vivir en un cuento de hadas. Solo escribir eso me hace sentir viejo, pero no puedo evitar cierta sorpresa al escuchar comentarios sobre situaciones serias.... en fin... eso es lo que menos me ha pasado por la cabeza, son solo esos momentos donde una imagen estúpida es difícil de borrar de la memoria.
Que uno encuentre la verdadera vocación al llegar a la recta final de la carrera es una cosa cruel. No vale la pena dejar todo tirado, simplemente me adapto, porque tampoco me disgusta las cosas que tengo que hacer, pero es cierto que me gustaría sentirme apasionado todos los días, y ese tipo de éxtasis está ausente de mi rutina. Terminaré claro, y después que logre cierta independencia económica haré con mi vida lo que quiera, al menos esa es la idea. Solo quisiera poder regresar en el pasado y decirle a ese tonto que escogió sin demasiada convicción y más por descarte que por amor al oficio que uno es lo que hace, y que es mejor ser pobre y feliz, y que la elección debe hacerse basado en lo que más apasiona y no en lo que se es habilidoso. 
Sin embargo la vocación no es una cosa que tenga delineada. Sólo se que es todo lo opuesto a lo que hago, y lidiar con la ausencia de ciertas cosas es complicado. Quiero ser muchas cosas y me doy cuenta que no he terminado de ser nada todavía. Una vez fui más músico que otra cosa, pero ahora lo soy a medias, no leo tanto como quisiera leer, no escribo tanto como quisiera escribir, no camino tanto como un flaneur debe caminar, no observo tanto como debería observar. La conclusión es que no soy nada por completo, soy una suma de demasiadas cosas poco definidas, y no me puedo clasificar como nada porque no he terminado de componer nada. Así que veo al futuro y no veo mucho, y me gusta así, aunque pueda que termine de mala forma. Tengo un par de certezas, como que me quiero pagar el curso de fotografía, como que quiero vivir en el centro, como que algún día tendré una vida en Europa, como que caminaré las calles parisinas que recorría Horacio en Rayuela, como que nunca dejaré de hacer música, como que alguna vez utilizaré todo el japonés que he aprendido. Pero eso es todo, son cosas borrosas en el futuro, no me imagino en ningún lugar, en ningún trabajo. Es irónico que someterse a la rutina de un trabajo sea la única forma de comprarse la libertad, y la verdad es que siempre seremos esclavos de algo o alguien. Conseguir la libertad no es tan fácil.

Poco a poco la gente a mi alrededor se da cuenta que soy más un pensador que un incauto robot de carne y hueso que hace las cosas mecánicamente. A pesar que aprecio mucho a mis amigos, es imposible ocultar que hay demasiadas cosas que con ellos no puedo explorar. La lealtad hace que mi conciencia me atormente cada vez que me cruza la idea de cambiar de amigos, pero una parte mía lo necesita, y es así que me di cuenta que no es una cosa fácil. Con los años es más difícil lograr nuevas amistades tan fuertes como las que he llegado a tener, y empezar a conocer a gente de cero sin tener una persona conocida en la mitad es una tarea meticulosa.

Llevé a un par de amigas a los lugares que más me estimulan la mente. La velada terminó con los tres tomando vino en algún lugar de la Candelaria donde ponían son cubano. "Lástima, este tipo de vida no está acorde con lo que hacemos". Los retorcijones de mis entrañas me cambiaron la mueca. Era una frase sincera, no podía hacer nada para argumentar lo contrario, no es algo que se pueda debatir, no puedo fingir ceguera a algo que siempre sé pero que no me gusta admitir, pero es cierto que en el fondo sé que no pertenezco, que estoy sometido a un mundo que nubla el pensamiento.

Si son ciertas las probabilidades, y el mundo se va acabar cuando los científicos reunidos entre Suiza y Francia activen el gran acelerador de partículas (reuniendo suficiente materia oscura para crear un agujero negro) en los próximos meses, habré desaparecido sin haberme sentido enamorado. Si son ciertos los rumores, alcanzaré a ver a Calamaro en vivo y luego todo terminará, y tener un mes para hacer algo al respecto me hace ya dejar de lado la idea de siquiera intentarlo. Supongo que no es para todos.

Terminé la práctica social, en una emotiva charla entre las personas involucradas en el proceso. Ahora tengo una verdadera y renovada conciencia social, y las palabras "apostolado de la presencia" las llevaré conmigo para lo que me quede de vida. Probablemente pagaré los dos mil pesos extra que me representan ir hasta mi café desde la universidad para mantener el ritual de la lectura de los martes, así que tengo una mezcla entre nostalgia y tranquilidad por terminar la experiencia, no sería el mismo sin una dosis decente de cafeína en un buen lugar.

Volví a levantar las pesas que tenía debajo de la cama y se me entumieron los bíceps por toda la semana. A pesar de eso, me gusta mi cuerpo, y aunque estoy muy dejado en mi aspecto, a veces quisiera saber si los demás me ven tan bien como yo me lo creo a veces. 

Estoy leyendo a Virginia Woolf, y estoy encantado. 

Me hace falta el cine, ya no veo ánime, ya no leo manga, mi hermana y mis amigos geeks me lo recriminan todos los días.

Cancelaron NIN, pero la cantidad absurda de dinero que me gasté la semana de receso hace que REM y The Mars Volta queden en un tal vez. Han pasado tantos eventos en los que quise estar que ya la madre de mi falta de solvencia económica debe tener las orejas rojas.

Volví a tocar la batería después de una larga ausencia causada por el guitarrista de la banda, y fue renovador, una dosis de energía que necesitaba desde hace mucho tiempo.

El país se viene a pedazos, las instituciones colapsan, el capitalismo se tambalea, los niños sufren y los periodistas son unas fieras sin escrúpulos.

Más mensajes desde la esquina del purgatorio un día que no tenga que madrugar (también me hace falta bailar).

sábado, 20 de septiembre de 2008

El Café


Esta semana terminaré la práctica social, y la excusa para ir al centro de mis amores se terminará. De todas formas, probablemente camine los 40 minutos que necesito para buscar un libro en las del frente del Museo de Oro y tomarme el café que tanto me gusta. La nostalgia de terminar el proceso me invadió, y tomé esta foto del atardecer de mi café.

(La 19 en el momento de mayor caos vehicular)

La Carta

Llegó el martes de la semana pasada. Estaba dando mi clase de informática para adultos de la práctica social en una tarde gris del invierno bogotano cuando me sonó el teléfono. Mi madre sabe bien que estoy en clase, pero llamó de todas formas, y  no pude evitar pensar que había sucedido cualquier cosa horrible. Estaba conmocionada, extrañada, llena de curiosidad, "¡te llegó un correo desde España!". Me desconecté por un instante de la realidad y pensé en Sole mientras me invadía una cálida sensación que sólo se siente cuando llegan buenas noticias de un verdadero amigo del que no se sabe nada desde hacía un tiempo. La sonrisa que me dominó por el resto de la tarde solo se compara con el rostro de ausente que tuve que tener cuando pude leerla. Esa tarde no fui al café de siempre, y llegué rápidamente a casa. Le explique a mi mamá y a mi hermana la procedencia de la carta, "es de una amiga en España, se casa en estos días, le dije que me enviara la invitación".  Estaba en un sobre sencillo, marcado con simpleza, y con un sello de Paterna, España. Me escribió de su vida, de sus planes, y me invitó a unírmele en la aventura. Por alguna razón, la caligrafía era como ella, directa y libre, al igual que la foto, los 10 pesos de Chile y los centavos de Euro que añadió. 
Hoy estoy en la biblioteca de siempre, pero no me quieren vender las hojas de papel que necesito para responderle x_x. Desde que me imaginé la forma en la que ella estaba en un escritorio escribiendo con sus propias manos las palabras que leí, el carelibro y el correo electrónico me pareció demasiado impersonal para comunicarme, al menos con ella, y aunque durante todo este tiempo había pensado en las palabras que debía escribirle, tenía muy claro que era mejor tener el papel y dejar que las palabras volaran solas, sin premeditación. 
Ahora me doy cuenta que soy muy perezoso, y mis manos se acostumbraron a las teclas en lugar de la madera y el grafito, pero debe ser suficiente motivación el pensar que mi carta recorrerá un océano completo al igual que la carta de ella. Probablemente le añadiré un sobre del café colombiano, una moneda, y mi amistad. 

domingo, 14 de septiembre de 2008

Scat

Este mes estoy en un delicioso bache de jazz vocal (y Bloc Party desde que me enteré que vienen a rock al parque n_n) y quise buscar los mejores exponentes del scat que representan para mí la forma más divertida y poderosa en algunos casos del jazz.

Empiezo con tal vez la mejor voz masculina del jazz moderno: Kurt Elling, a quién escuché por primera vez en una extraña versión vocal de Take 5. En este video desarrolla toda su capacidad, y con una mezcla entre simpleza y un carisma similar al de Frank Sinatra hace recordar los días dorados del jazz.


Nature Boy - Kurt Elling



Y luego los dos maestros del scat. Primero, su creador, aunque no fue precisamente un artista del Bebop, su scat era más lento y calculado, como un corno, pero con aires de fagot, una sonrisa contagiosa y unas muecas especiales: Louis Armstrong.
En la primera parte este video, aparece con uno de los creadores del Bebop, Dizzy Gillespie (junto con Miles... oh grande Miles), y aunque sus estilos de interpretación de la trompeta son radicalmente diferentes, se logra una curiosa forma de unir estilos distintos en una sola contagiosa armonía. La segunda parte del video es otro de esos programas donde juntaban a todas las estrellas del momento y esperaban a que se hiciera la magia. No tiene nada vocal, pero me sorprendió lo difícil que es encontrar videos de Louis haciendo scat, y es más asociado con líricas definidas, y canciones románticas o cómicas.


Louis Armstrong & friends - Umbrella Man/C Jam Blues




Y claro, lo mejor para el final...  The First Lady of Song, Lady Ella... Ella Fitzgerald, la más grande. Con ella el scat llega a otro nivel, y esta es la mejor muestra de ello. One Note Samba, en tal vez una de las mejores interpretaciones, donde sin palabras es capaz de llevar el camino de la canción por muchos momentos con diferentes emociones. Aunque a alguien no le guste el jazz, o le resultan odiosos los vídeos antiguos, esto es diferente, y no es posible dejar de sorprenderse por la forma como Ella lograba manipular su voz y vocalización. En fin, este tipo de música se explica sola, así que aquí está Ella Fitzgerald con su One Note Samba.



Ella Fitzgerald - One Note Samba (1969)

lunes, 8 de septiembre de 2008

Twentysomething

"Twentysomething"

After years of expensive education
A car full of books and anticipation
I'm an expert on Shakespeare and that's a hell of a lot
But the world don't need scholars as much as I thought
Maybe I'll go traveling for a year
Finding myself, or start a career
Could work the poor, though I'm hungry for fame
We all seem so different but we're just the same
Maybe I'll go to the gym, so I don't get fat
Aren't things more easy, with a tight six pack
Who knows the answers, who do you trust
I can't even separate love from lust
Maybe I'll move back home and pay off my loans
Working nine to five, answering phones
But don't make me live for Friday nights
Drinking eight pints and getting in fights
Maybe I'll just fall in love
That could solve it all
Philosophers say that that's enough
There surely must be more
Love ain't the answer, nor is work
The truth eludes me so much it hurts
But I'm still having fun and I guess that's the key
I'm a twentysomething and I'll keep being me




Not my favourite Jamie Cullum's song, but it comes quite right for the things in my head lately. Cheers.

martes, 26 de agosto de 2008

Coffee & Cigarettes

Subí mi mirada interrumpiendo la lectura y me contemplé. Estaba sentado como siempre, sin decencia, ortopédicamente erróneo, casi acostado sobre la silla y con mis piernas explayadas como si fuera la mesedora de mi casa. El café aun estaba caliente, el cigarrillo estaba a la mitad y humeando en mi mano. He adoptado este nuevo ritual con agrado: termino de dictar las clases que debo hacer como práctica social, y aprovechando la cercanía al centro, camino hasta las plazas para ojear los libros y cachivaches y luego sigo hacia el mismo café sobre la 19. Compro dos cigarrillos y subo al segundo piso para leer mientras espero el atardecer. Hoy aparentemente llegué más temprano, y de las más de diez mesas, sólo un sujeto calvo leyendo el periódico y una pareja haciéndose cariños tomaban asiento. Me coloqué en la esquina al lado del ventanal y me puse cómodo. Detrás del vidrio la gente se movía como hormigas en una granja sin saber que estaban bajo el examen de mi mirada. La mesera me saludó esta vez más familiarmente y ya sabía lo que quería. Encendí un cigarrillo y me sumergí en la lectura. No sentía lo que sucedía a mi alrededor, tomaba bocanadas de humo y sorbos del café. A la mitad del segundo cigarrillo, subí mi mirada interrumpiendo la lectura y mire a mi alrededor. Estaba sólo en el lugar. 
Por un momento quise poder salir de mi cuerpo y observar la escena desde otra perspectiva. Ese instante tuvo un sabor especial. Quise tener el poder de hacer más lento el tiempo y prolongar ese momento por una eternidad. Sentía que ese momento era mío de forma natural, estaba haciendo lo que me gusta hacer, sin testigos, sin jueces. Una hora perfecta, un libro, un café y un cigarrillo. Sonreí e proseguí con mi lectura, pero no pude seguir. Subí mi mirada interrumpiendo la lectura y después de comprobar que el momento no terminaba, cerré mis ojos y me dejé llevar por la sensación sobre mis pulmones y el sabor en mi lengua. Esa gratificante sensación de victoria que nace cuando por fin eres lo que quieres ser y los problemas del mundo detrás del cristal no importan me llenó poco a poco cada centímetro de mi cuerpo. Abrí los ojos, apagué el cigarrillo, tomé el último sorbo, y después de comprobar que la oscuridad empezaba a cubrir el cielo, bajé mi mirada continuando la lectura.

domingo, 24 de agosto de 2008

La Noche de las Cervezas

"No piense... ¡Hágale!"- dijo él. Yo sólo pude hacer una mueca. Si él supiera la cantidad de cosas que suelen pasarme por la cabeza, tal vez no lo hubiera dicho con tanta ligereza, aunque no es el primero que me reprocha la pensadera. De todas formas el alcohol me tenía con la mente lejana, mis perdidos ojos no podían enfocar bien la cara de nadie, y los rasgos de las personas de esa noche se me escapan, incluida la de ella.

Este fin de semana había sido planeado desde hacía casi quince días. Pero por supuesto, como toda noche demasiado anticipada, todo se dañó a última hora y la velada fue improvisada. Dos amigos cercanos y yo teníamos una extraña y retorcida especie de cita triple con unas amigas de una mujer que se proponía a seducir con todas sus fuerzas a uno de ellos. Al final de la tarde, él se asustó frente a la posibilidad de estar en un cuarto a solas con ella, se inventó una excusa y se terminaron las posibilidades de socialización premeditada con el otro género para todos. Para mí, que veía aquella situación como un final más que predecible para la situación, no significó una pérdida especial, pero para mi otro compañero, que carga con una larga espera en materia de mujeres, significó el drama que sólo la pérdida de dos semanas de ilusiones acumuladas significa.
Desde hace ya mucho tiempo solíamos pasar nuestros viernes en el mismo lugar de siempre: Red Soul. Un bar de rock poco vistoso, pero que nos acogía como nuestro tercer hogar (después de la facultad y la casa), y nos consentía con la música que nos gusta. Al final del semestre pasado, nuestro corazón dio un vuelco cuando al intentar ingresar la policía nos retuvo mientras clausuraban el lugar para siempre. Desde entonces no habíamos logrado encontrar un lugar que se nos presentara con el mismo ambiente que aquel lugar. Con los planes olvidados, decidimos pasar toda esa noche buscando nuestro nuevo escondite. Empezamos en la segunda opción, un lugar horrible y con nombre de música tropical, donde la música no tiene ninguna continuidad en el género, y a pesar de ser rock, palidece en sonido y ambiente. Enseguida fuimos al mejor lugar cercano: Bbar. Allí los dueños nos conocen, saben que tenemos buen gusto y me dejan sentarme como me da la gana, porque nunca he aprendido a sentarme decentemente en ningún lugar. Además hay una especia de mesanine, un cuarto más cerrado e íntimo con cojines y sofás que permiten una charla más personal. El problema es que después de las siete los precios suben, y a esa hora salimos de allá, buscando un lugar más barato. La zona ofrece muchas opciones para el amante del vallenato y la música tropical, pero las elecciones para los amantes del rock suelen ser bastante mal montadas. Entramos a un bar de metal, un cuchitril pequeño y oloroso aunque acogedor, pero mi camiseta beige clara, mi bufanda café y blanca, mis jeans azules y mi chaqueta café con rojo levantaron las miradas de una docena de tipos vestidos de negro de la cabeza a los pies, lo que me hizo temer por mi integridad física. El siguiente lugar promete ser mi próximo tercer hogar: Kirlibang Café (no sé si está bien escrito). Es un segundo piso amplio, con buena música, un sonido aceptable, una pequeña tarima, mesas, y una zona con una mesa de pool y almohadas alrededor. Nos concedieron una canción, y pedimos nuestro himno: Creep de Radiohead. Escuché Stone Temple Pilots, Nine Inch Nails y Calamaro entre otras buenas elecciones. Para este punto la cantidad de cerveza ingerida ya era bastante considerable, y mis funciones motoras empezaban a brillar por su ausencia. Cantaba todo, como siempre. Una de las razones por las que estos dos sujetos son mis grandes amigos es que también tienen la locura y la falta de pena para cantar con el corazón en la mano todas las canciones que nos ponen, así que en poco tiempo siempre terminamos por ser la mesa más animada de cualquier lugar a donde entremos. Para cuando salimos de allá, mi mente estaba dispersa, mis pasos erráticos y mi bolsillo vacío.
Sin embargo, estuve lo suficientemente lúcido como para convencerlos de entrar a uno de mis lugares favoritos. Natural Flow es tal vez el único lugar por la zona donde me siento cómodo para bailar y dejar libre mi afición por el funk. Solía ser este pequeño oasis de buena música, donde se podía socializar y agitar el cuerpo, pero en los últimos tiempos se ha regado la voz de la presencia de las siempre hermosas mujeres amantes de la música electrónica, con lo que ahora hay una saturación de hombres buscando acción los fines de semana. No puedo separarme de ese conjunto de hombres solos, pero lo que me mueve a entrar a aquel es un verdadero gusto al baile, por la música, por sentir los bajos entrando en mis huesos y por mover mi cuerpo sin cadenas. Probablemente bailaría solo si no fuera algo extraño para un hombre, sobre todo si va con amigos. Nos sentamos los tres en una mesa en una esquina oscura del lado menos lleno del lugar. Debo decir que mis amigos son bastante faltos de motricidad, y cuando intentaban imitar mi forma de contornearme en la silla se notaba que era un movimiento forzado, sin coordinación con la música. Del otro lado, sin modestia, puedo decir que mi cuerpo se mueve bien con esta música. Tengo el descaro de reírme al ver a otros hombres intentar seguir los ritmos, pero me he convencido de que tengo el talento para bailar, y tal vez sea porque soy mitad costeño, aunque esta música es poco asociada con esa región.
Ella estaba en la mesa del lado. Eran tres allí: aparentemente una pareja y ella. Estaba fumando un cigarrillo y moviéndose en la silla con atino. Mis amigos notaron que mi necesidad para bailar era importante, y me dieron el visto bueno de dejarlos abandonados, como muchos otros hombres que no habían encontrado la forma de abordar a nadie en el lugar. Cuando ella y sus acompañantes se levantaron para bailar un reggae, me levanté sin pena, tal vez ayudado por el coraje que da el alcohol y le dije que bailáramos. 
Hacía mucho tiempo no sentía tanta química en el baile con alguien. Ella decía que era difícil seguirme el paso. En un momento sentía que bailaba mucho más que cualquier otra chica con la que hubiera bailado, al decírselo ella me contestó que estaba imitándome, siguiéndome el paso, lo cual me subió el ego exponencialmente. Probablemente la abusiva cantidad de cerveza en mi sistema hizo que me lanzara decididamente a explorar nuestros límites. Después de bailar un rato, nos sentamos aparte y hablamos un rato. Mi habilidad con las palabras mostró frutos rápidamente, y la simple química del baile evolucionó en un palpitante interés. Volví a la mesa con mis amigos donde recibí las felicitaciones por el manejo de la situación. Me pedían además que intentara besarla, que "le tomara las placas", que "cerrara el negocio". Por lo demás, estaban ellos más que aburridos, como muchos más hombres en el bar, para quienes el baile no funciona bien, y tampoco la socialización rápida.
Yo disfrutaba la música, bailaba solo en mi silla. Me tomaba la cerveza con los ojos cerrados mientras movía mi cuerpo con el ritmo de la música, cuando de repente una mano tomó la mía y me arrastraba. Ella, sin intimidarse por mis amigos que no hacían más que mirarnos bailar me buscó y me sacó de mi momento musical y me llevó a un espacio libre. Recuerdo que era Gettin' Jiggy wit It de Will Smith, y le mostramos al la gente la forma en la que se baila. En este punto, la cerveza apagó mi calculadora cabeza, y disfruté el momento. Ella puso su brazos sobre mi hombro, y sintió mi altura, bajó sus manos a mis caderas y sintió el contorneo de mi cuerpo. Yo hice lo mismo, y la acerqué a mí, sentí su cuerpo cerca, sentí su delgada cintura siguiendo la música. Supongo que se sorprendió de que un hombre pudiera moverse así, al sentir mi constante movimiento me apretó un poco, y se acercó un poco más. Su rostro se perdió de repente, le pregunté si le pasaba algo, pero me dijo que nada. Me tomó de las manos y me llevó a un lugar más alejado de nuestras mesas. Giró su cuerpo, me dio la espalda y movió la cadera. Su cadera rozaba mi pelvis, y  estábamos cada vez más cerca. Tomé sus manos y la abracé desde atrás. Bajo mis manos grandes las suyas eran minúsculas y delicadas. Ella sintió toda la extensión de mi cuerpo rodeándola por la espalda. La abracé con más fuerza, la acerqué hacia mí, sentí sus pequeños senos sobre la blusa, me incliné y acerqué mi rostro a su oído. Su rostro volvió a perderse. Giró, bailamos de frente, abrazados muy de cerca, me incliné para llegar a sus labios, nuestras mejillas se tocaban, su piel era suave, su cuerpo estaba completamente pegado al mío... su amiga apareció al lado nuestro. Me soltó rápidamente, sus ojos volvieron a enfocarme con seriedad, me presentó a su amiga, y ella me miró con un desprecio criminal. Sus ojos me quemaron, eran inquisidores, penetrantes, yo era un abusador después de todo. Nos detuvimos, volvimos a nuestras mesas, y el efecto de la cerveza se detuvo.
"No piense... ¡Hágale!" - dijo él. Pero era demasiado tarde, mi cabeza volvió a ser la misma de siempre, el efecto anestesiador de la cerveza desapareció, y empecé a pensar la situación que acababa de suceder. Pensé que ella simplemente buscaba una aventura para el último fin de semana de sus vacaciones, y que cualquiera que la hubiera invitado a salir tendría el mismo resultado. También tenía la hipótesis de que era una verdadera atracción física, que sus feromonas y las mías eran del mismo olor, o que simplemente el alcohol había terminado en un efecto embellecedor que nos hizo reaccionar sin pensar demasiado.
Volvimos a bailar una vez más. Esta vez mantuve mi distancia, analizaba la situación. Ella parecía decidida, en un arranque imprevisto, me preguntó que si tenía calor, y sin esperar mi respuesta, me quitó la chaqueta. Un grupo a nuestra izquierda hizo un gesto de incrédulos, una mueca de puritanos. Mis amigos estaban en la esquina, no habían dejado de seguir nuestros pasos, me quité la chaqueta y se la tiré a uno de mis compañeros. Seguimos bailando, ella tomó la iniciativa esta vez. Me abrazó y sintió mi espalda mejor definida a través de la camiseta. Después de un baile donde nuestras piernas se cruzaron, y mi muslo derecho quedó atrapado entre sus piernas volvimos a descansar en nuestras mesas. Mis amigos estaban impresionados: ya les había contado de mi habilidad para bailar, pero no me habían visto en este tipo de situación. Habían terminado la cerveza hacía mucho tiempo, estaban siendo torturados con mi aparente éxito de una manera cruel. Termine mi cerveza pensando en lo que habíamos hablado. No había nada en ella que me llamara la atención, además de una fuerte atracción física. El descanso se prolongó, mis amigos se veían en un limbo de amargura, no podía mantenerlos allí.
Decidí terminar la noche. Aquellos días donde el éxito de salir era conseguir rumbearme con alguien quedaron atrás. Quedamos en volver a vernos, aunque probablemente no suceda, la verdad no quiero que suceda, quiero creer que el alcohol fue el mayor catalizador de la situación.
Volvimos a Bbar. El letargo de haber tomado, caminado, tomado, caminado, tomado más, bailado y tomado me pegó de repente. Eran las dos de la mañana. Nos sentamos en el espacio de los sofás y las almohadas. A nuestro lado habían dos mujeres unos años mayores a nosotros. Me dejé caer sobre el sillón y con una cerveza fuí cayendo en el sueño. Me sentí maduro, adulto, tal vez demasiado. Sentí mi libertad, sentí mi poder, cerré los ojos y dejé que la música se apoderara de mi alma. Canté One Way Or Another de Blondie, lo grité, nos veían como bichos raros. Estaba borracho, poco importaba lo que los demás dijeran. Me cumplieron la petición y colocaron Where Is My Mind de Pixies, tal vez la mejor canción para describir mi embriaguez, la canté con todo el aire de mis pulmones, y me dormí. Pasó algo curioso que no voy a escribir porque es difícil de creer. Nos sacaron a las 3.30 am, pasé la noche en la casa de uno de mis amigos. Desperté con ganas de ir a ciclovía y sin guayabo. Era sábado, desistí rápidamente de la ciclovía. Había llovido toda la noche, el aire era húmedo y frío, pero el sol era tan fuerte como podía estar a las nueve de la mañana. 


Fue interesante observar lo que sería de mí si no le diera tantas vueltas a las cosas. Dejarme llevar por el momento pudo haber cambiado el rumbo de la noche. Sin embargo, aún con demasiado alcohol, me fue imposible apagar la mente por demasiado tiempo. No me lamento de mis decisiones, y por ahora no busco simple diversión sino verdadera compañía. Bailar es algo que disfruto, y nunca lo he visto como la herramienta de seducción que puede ser. La verdad disfruto más estar en un bar con buena música y cantar como loco, allí también bailo, y todas las preocupaciones de la semana pierden sentido. Soy como soy, y así como soy no necesito una mujer para una noche, necesito a alguien con quien pueda conversar, con quien poder compartir. Después de releer la historia, recuerdo bien que odio conocer mujeres en los bares. Ya había decidido hacía mucho tiempo que no valía la pena, pero quiero creer que el alcohol y la sangre latina en mis venas me hicieron volver a perder el tiempo y de paso atormentar a mis amigos. Ahora la cosa se complica: mi próximo romance debe saber llevarme el paso y también debe poder escuchar buena música. La noche de la cervezas trae un problema más: la silueta se hace cada vez más exigente.


sábado, 16 de agosto de 2008

Fiona Apple

Definitivamente una de las mejores voces contemporáneas. Sus letras y músicas llenas de sentimiento y actitud, son la mejor receta para dejar salir esos sentimientos en un grito bajo el efecto de cualquier bebida alcohólica :). Cuando una mujer me cante con suficiente sentimiento una canción de estas... me caso.. jeje.. o al menos haría algo para retribuirle. En fin, sólo queda disfrutar del poder vocal de Fiona.

Sleep To Dream

Una de las mejores, pero el video clip, que está muy bueno, no se dejó "embeber" http://es.youtube.com/watch?v=nmYD2Xi0rtw&feature=related
Esta es una versión en vivo.




Oh Sailor

Una de mis favoritas. El video es impecable, muy bien realizado, pero la canción es para escucharla con los ojos cerrados, con buena calidad, con audífonos, con una copa de vino, para sentir bien el lamento que se transmite de una forma sutil pero certera en la voz de Fiona (diría que es la canción perfecta para escuchar en una tina, en un baño de espuma *.*).



Parting Gift 
Minimalista y poderoso. La cantante con su piano. El video está aquí.

Across The Universe
Es un cover de una canción de Beatles, pero diría sin miedo que le suena mejor a ella. No está en ningún álbum, y fue parte de la banda sonora de la película "Pleasantville" que nunca he visto.




Criminal




Dos días - Flaneurie

Los últimos, fueron dos días ejerciendo mi autoproclamado y desconocido oficio de flaneur como pocas veces. Hacía rato no me daba la licencia para seguir los impulsos de ciudad, sin preocuparme de la hora de llegada, ni de los deberes acumulados.
El viernes empezó como cualquier otro: llegué tarde a la clase de la mañana, me dormí toda la segunda clase, y escuché por una hora la charla del demente profesor de constitución mientras intento de algún modo acomodarme en los estrechos pupitres antiguos y hechos para pigmeos donde se dicta esa clase. Esta vez cumplí por primera vez mis labores de monitor, y una coincidencia hizo que el monitor de un par de nuevas estudiantes de administración no asistiera y yo, como buen samaritano, me encargué de explicarles todas sus dudas. El "efecto afrodisíaco del poder" del que alguien me había hablado se notaba en sus caras de admiración. Ya había sentido esa forma en la que las estudiantes calculan sus gestos y piensan sus palabras cuando se dirigen hacia mi cuando soy el que escribe en el tablero, pero nunca he podido acostumbrarme a esa especie de alabanza. Alguien diría que soy un tonto por no utilizar ese magnetismo que el poder confiere, pero tal vez simplemente el efecto groupie no va conmigo.
Esta vez el cielo estaba despejado como pocas veces. Sólo unas pocas nubes evitaban que los rayos del sol llegaran directamente y como resultado el clima estuvo templado, con brisa leve, ideal para caminar y experimentar la ciudad. Esta vez tenía un plan, unas cervezas prometidas y el deber de comprar la boleta para el concierto de Calamaro por la que por tanto tiempo trabajé. Esta vez, igual que la semana anterior, un amigo quiso intentar seguirme el paso. De esta forma la cosa funciona distinta, la conversación hace que el camino se sienta más corto y me convierto en guía, llevando a mi amigo por los caminos que suelo tomar, mostrándole las opciones, los lugares, las historias. Un perro callejero con una cabellera brillante nos escoltó a través del Parque Nacional, y allí comprobé que la torre del reloj restaurada por suizos sigue mostrando la misma hora de siempre. El centro se me presentaba como siempre, con ese especial encanto que ejerce sobre mí y que nadie termina de sentir del mismo modo, con edificios enormes que me hacen sentir pequeño, grandes estructuras de hormigón y acero, y con el Museo Nacional, escondido entre árboles viejos y oscuros, fuera de contexto, con sus altas paredes de piedra y jardines cortos, donde me escapo de vez en cuando. Recorrí mis pasos una nueva vez, pasando por el Planetario, el pequeño bar clandestino cerca de la Plaza de Toros, el Parque de la Independencia a la sombra del edificio más alto de la ciudad, el Museo de Arte Moderno, las salas de cine erótico, la Cinemateca Distrital, teatros, comercios, tiendas de música. Al llegar a la 19, mi compañero ya estaba bastante sorprendido, y lo quedó aun más cuando le mostré que al costado norte del lugar donde mataron a Gaitán, símbolo de lo que alguna vez pudo ser la igualdad social en el país, y con cuya muerte empezaron todos los verdaderos problemas, personaje tan colombiano como la bandera, había una gran tienda de Mac Donald's, justo en el medio de unas paredes que cuentan la historia de Colombia.
Llegamos hasta la plaza de Bolívar, y por no tener una cámara conmigo me perdí una de las mejores fotos que algún día pude haber: bajo la sombra de la buhardilla de un local cerrado, sentada sobre una tela azul oscura, con una gorra roja y sucia por el tiempo, una anciana vendía manzanilla. Tenía la apariencia de haber llegado a sus 86 años tal vez, y la encontré baja, corvada, bien sentada sobre un bordillo frente la puerta en la que improvisaba su expendio. Llevaba una oscura y larga falda, unas medias cortas y unas zapatillas de tela delgadas que caracterizan a las personas de edad. Un saco de lana azul abierto terminaba su presentación, y su rostro arrugado y de mejillas bien definidas era especial. Miraba hacia el horizonte, sentada de manera ortopédicamente correcta, con las manos sobre su falda, olvidándose de su mercancía,y todas las arrugas de su rostro se alineaban de manera que sus ojos y los pliegues en la piel tuvieran el mismo punto de fuga en la mira.
La plaza estaba siendo preparada para el cierre del festival de verano. Poco después, esa misma tarima que se ensamblaba se mantuvo para rendirle tributo a la fundadora y motor del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
Pasamos un rato tomando las delicias del Juan Valdez de la casa de la moneda, y obtuve más monedas de recuerdo acuñadas en el lugar. Nos reunimos con un tercer amigo y subimos hasta el Chorro de Quevedo. 
En la Candelaria, cada vez que se abren los ojos, o se gira la mirada, se obtiene una postal. La arquitectura antigua le da un toque romántico al lugar, y en los fines de semana, las hordas de universitarios listos para la vida nocturna empiezan a poblar la antigua ciudad. Esa noche, la luna estaba prácticamente llena, y los ánimos estaban ideales para pasar un buen momento.
Cerveza, Rock'n Roll y amigos. Esa fue la velada. Entramos a un agradable pub cercano a la calle del embudo, con pisos de madera, escaleras de madera, y lugares íntimos y de poca iluminación. Hablamos de todo, de mujeres, de música, de la vida, del país, de música, de mujeres y de mujeres. Tal vez hablamos demasiado de mujeres, pero una de aquellas ideales que nos imaginábamos apareció de repente en una mesa cercana, haciéndonos perder el aliento y dejar volar la imaginación por un buen lapso de tiempo. Salimos, con el alcohol dentro de la cabeza, con el cansancio de la jornada, pero con una satisfacción que no sentíamos desde hacía demasiado tiempo. En el bus de regreso, tal vez víctima de una sinapsis nerviosa lenta, intenté leer otro capítulo de El Gran Gatsby, pero sólo me gané un dolor de ojos.

El sábado tuve una agradable velada solitaria, como las que solía tener. Después de la clase de la mañana donde volví a hacer el papel de profesor, saqué Los Hermanos Karamazov de la biblioteca y volví a adentrarme a la ciudad. Esta vez quería observar una exposición de fotografía en el Planetario Distrital. Caminé un rato hasta el Museo Nacional, donde hice un esfuerzo sobrenatural para subir una empinada pendiente en el costado norte del museo hacia la Carrera quinta. En la mitad del acenso prometí no volver a fumar y maldije a Dostoievski por haber escrito un libro de más de 1000 páginas que me hacía perder el aliento. Al llegar arriba, después de recuperar el aire, pedí perdón a Dostoievski y observé una hermosa exposición al aire libre de fotografía de exteriores, parte también del proyecto al que planeaba asistir. Eran fotografías en gran formato de aves de jardines silvestres. El verde de la naturaleza plasmada en las imágenes me tranquilizó, y era fácil sonreír al reconocer las aves comunes de la ciudad. Compré un sandwich, un jugo, y un par de cigarrillos y me senté en una banca sobre el Parque de la Independencia. El viento era fuerte, los caminos de ladrillo estaban repletos de hojas secas y amarillas, y se acumulaban de forma certera sobre todo el follaje, dándole un aspecto descuidado al lugar. Mientras comía, unos niños jugaban y gritaban en un carrusel olvidado por el tiempo pero revivido por la imaginación de los infantes, que soñaban sobre los corceles de pasta ya sin pintura que se mantenían estáticos sobre un eje oxidado. El viento me apagó 3 cerillas, y como en una película, la última funcionó para darme la bocanada de humo nocivo que a veces utilizo para aceitar las neuronas. Empecé a leer el libro, y miraba de vez en cuando al cielo sin nubes y a los niños ruidosos, mientras las palabras me transportaban a un lejano lugar ruso. Después de un par de capítulos, bajé al Planetario, y entre los arbustos del parque descubrí una escultura de Copérnico algo rústica, pero con la intención de celebrar la astronomía.
La exposición de fotografía fue más pequeña de lo que pensaba. El fotógrafo (René Peña creo) poseía una cámara que le permitía tomar primerísimos planos, y decidió mostrar una serie llamada ¨Man Made Materials", donde diferentes partes del cuerpo eran fotografiadas, revelando texturas impresionantes, y patrones surrealistas, todo sobre nuestra propia piel.
Al terminar allí, y comprobar que me dolía aún más que el día anterior haber perdido la posibilidad de fotografiar a la vendedora de manzanilla, decidí que mi próximo propósito es una buena cámara. La tarde terminó en un centro comercial, y con la boleta de Calamaro en la mano :)

El contraste de mis caminatas en solitario y aquellas con algún tipo de compañía fue algo necesario. Por un lado, compartir las pasiones, y tener alguien receptivo a ellas, es gratificante. Suelo ser más bien social, y compartir un paseo por la ciudad cultiva una amistad. Pero el hecho es que siempre he sido un espíritu solitario, creo que no vale la pena buscar otra forma de decirlo, aunque no por eso me sienta aislado, y he aprendido que no debo esperar que alguien tenga una locura tan específica como la mía. Flaneur después de todo, experimentando los parajes de la ciudad, cantando por la acera, mirando en las ventanas. Dos días que merecen recordarse.

sábado, 9 de agosto de 2008

Asia

La primera vez que la vi, sólo sentía muchísima curiosidad por sus rasgos asiáticos. Una reacción normal supongo, por la aparición de un rostro con facciones diferentes. Se notaba que no era completamente asiática, y en su forma de mirar se notaba la timidez, tal vez producto de estar siempre como objeto de las miradas de los transeúntes. De eso hace ya tal vez 2 años, la verdad no lo puedo decir con certeza, y me sorprende últimamente darme cuenta de que todas las cosas que recuerdo son de hace demasiado tiempo. Era una de esas semanas de la cultura japonesa, y ella, teniendo sangre de China, acudió a una de las películas que proyectaban por las fechas. 
Esa vez no reparé demasiado en ella. Debido a mis estudios de japonés he creado una extraña pero real suspicacia contra los chinos, y no fue diferente con ella. Simplemente me percaté de su existencia, y de ciertas mística que rodeaba a las personas que trataban con ella, como si fuera un animalito en vía de extinción. 

Después me di cuenta hace unos meses de que estaba tomando las mismas clases de japonés que yo solía tomar. Así que ese tonto obstáculo que me había creado se había roto. Tiene unos ojos muy expresivos. No son los ojos rasgados y cerrados de los japoneses, los de ella son perfectamente redondos y sus párpados se pueden abrir por completo, y le permiten una expresividad particular y difícil de describir, que armonizan a la perfección con un rostro ovalado y de pómulos suaves. En ese aspecto me llamó la atención, porque a pesar de ser igual de superficial que un hombre corriente, unos ojos hermosos me pueden tocar más rápidamente que un buen cuerpo. En los días en que vivimos, basta con tener el cabello arreglado y unos ojos llamativos para conseguir la atención, al menos la mía. Su forma de vestir me confirma su timidez. Chaquetas largas, siempre chaquetas largas, por debajo de la cintura, le cubren todo su cuerpo, y no se puede saberse con certeza que tipo de silueta tiene, aunque no parece que sea una que deba ser ocultada. No es demasiado alta, pero está en el promedio colombiano, y supongo que es mi culpa por ser alto que ese aspecto nunca lo dejo pasar. Hay un par de cosas que si me llaman demasiado la atención. Por un lado, por cosas de la genética y la raza, tiene la piel perfecta. Lisa, blanca, perfectamente tensa y suave a la vista. No tiene ninguna marca especial, y al mantener su rostro sin maquillaje, exhala una sensación de tranquilidad con la armonía de sus facciones. El otro elemento, sus labios. Son labios para besar. Lo noté desde la primera vez, cuando ni siquiera consideraba darle un saludo, notaba que tenía unos labios perfectos. Delgados pero carnudos, llenos, un rojo perfecto, un labio interior suficientemente prominente, labios para besar, para ser besados, que me gustarían besar.

Sus miradas llegaron después. Me recordaban otras mujeres que me miraban con intenciones y deseos escondidos, pero con su personalidad pasiva y los ojos expresivos, le correspondía la mirada y ella la desviaba. Son esos cruces casuales por lugares públicos los que hacían crecer en mí cierta curiosidad. En una ocasión, mientras bajaba por unas escaleras largas y anchísimas rodeadas por vegetación densa que comunica la parte más alta de los edificios sobre la montaña con la planta principal me encontré con ella subiendo. En ese momento nunca nos habíamos dirigido la palabra, y cruzamos las miradas. Esos ojos brillantes y grandes me miraron, y yo la mire con firmeza sin detener mi marcha. Ella tomó aire y abrió sus labios para decir algo, pero mantuvo el aire y se tomó sus palabras. Eso fue todo hasta hoy.

Desde hace ya mucho tiempo que me devoré todo lo que la universidad tiene para ofrecerme en idioma japonés. No es que tenga una obsesión especial con esto, sino que simplemente se me dio así: una vez tomé francés, me asustaron las 14 formas de pronunciar vocales y decidí matricular japonés por ninguna razón en especial. Una vez en clase me gustó, y me volví además amigo del sensei, razón por la que desde los primeros semestres decidí sacrificar mis sábados para pasar una mañana agradable con gente tranquila. Las veces que no tuve clase los sábados, ese día simplemente quedaba perdido, así que me acostumbré, y lo tomaba como una simple visita al padrino o a los tíos, el sensei es verdaderamente un personaje cálido que recibe a todos como familia. Después de tomar todos los cursos disponibles, sensei simplemente continuó dictándonos clase, sin que con ello le paguen un peso, simplemente por mantener el grupo de estudio. Hemos sido sin embargo, los desplazados de la universidad con todos los cambios de idiomas, y mantener este tiempo de práctica se ha venido dificultado. Soy probablemente uno de las 3 personas que más conocen el idioma en la universidad, y por esa misma razón, esta vez decidimos colaborar con el sensei para nivelar a unos alumnos de niveles inferiores. Hoy, ella estaba ahí, entre los estudiantes a los que ayudaría. Fue muy sutil, pero logré descubrir sus pequeñas miradas hacia mi lugar. Al acabar la clase, todos salieron a excepción del sensei, un compañero, ella y yo. Tengo que encargarme de un par de cosas esta vez, así que tenía asuntos que tratar con sensei, pero ella también esperó, aunque desconocía la razón. Hice una llamada por mi celular, y mientras lo hice, la miré directamente a los ojos. Ella estaba a un poco menos de un metro de mí, en una silla del frente, pero mientras hablaba con alguien al teléfono, nos observamos sin dudarlo demasiado. Parpadeó como en cámara lenta, y seguí sus ojos, y ella los míos. Emprendimos el camino y empezamos a hablar. Conocí su voz, que era dulce pero segura, en contraste de sus apariencias tímidas. Cuando le pregunté qué creía que estudiaba.. "seguramente algo con humanidades".. cuando me dicen eso me estremezco por dentro. Quisiera decir que estudio lo que estudio porque quiero comprar mi libertad y lograr dedicarme a lo que verdaderamente llena mi mente de éxtasis. Pero no, hice de tripas corazón y seguimos hablando. No puedo recordar su apellido porque era difícil de pronunciar y no tengo la más remota idea de la forma en que se escriba, pero su corto y latino nombre se me estampó fácil en la memoria. La conversación sólo continuó en el trayecto que va desde el aula de clase hasta la biblioteca, donde ingresé para seguir leyendo Tokio Blues (o Norweign Wood) de Murakami Haruki, paradójicamente japonés, aunque fue simple casualidad; mi último libro fue de Fedor Dostoievski, este simplemente seguía en la lista. Hablamos de pocas cosas, y simplemente reconocí en ella un amor real por la crónica escrita, una sensación zozobra por el futuro profesional, y el hecho de que tomó la cátedra de Cortázar, con lo cual no pude sino acrecentar mi curiosidad. No quedamos en nada especial, supongo que nos volveremos a ver la próxima semana, pero si me cruzo con ella seguramente la invitaré a un café. Por ahora tengo un verdadero interés en conocerla mejor, con el tiempo, tal vez, Asia.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Incapacitado

He llegado a pensar que soy incapaz de sentir. A través de tanta lectura y películas me he convencido de la idea de que soy demasiado romántico. Las caminatas por la ciudad, flaneurie, las novelas. Tal vez no sea cierto, y tal vez simplemente me gustan ciertas historias por otras razones diferentes al romance. Esa silueta de la mujer de mis sueños se fue llenando de más y más virtudes y anhelos que la hicieron casi imposible. Pero de repente, al aparecer personas que llenan ciertas partes de ella, no reacciono como creí que reaccionaría. Pensaba que al encontrar personas con alguna sensibilidad, me emocionaría con la posibilidad de lograr acercarme. En cambio, me encontré con que descarté cualquier imagen de estar en una situación cercana. Dicen que nadie sabe lo que quiere. pero esto es diferente, porque me di cuenta de que no puedo imaginarme a la persona a la cual sería capaz de abrirle mis sentimientos completamente, puedo imaginarme a la persona con la que me gustaría estar, pero no creo que sea capaz de enamorarme de ella.

Soy demasiado racional, o tal vez demasiado calculador. Pero también puedo ser demasiado pasional, demasiado irracional en ciertas ocasiones, demasiado arriesgado... soy demasiadas cosas y ninguna a la vez. La cosa se empeora ahora que descubro la dureza de mi corazón. No me puedo dejar llevar con una ilusión, tal vez nunca lo haga. Tal vez es la fobia a sentirme vulnerable, o tal vez simplemente no estoy hecho para ello, una incapacidad adquirida por pensar demasiado.

martes, 5 de agosto de 2008

Encuentros

Me tomó descuidado. Creo que ya he dicho un par de veces que la gente no sabe mantenerme la mirada. Ella lo hizo, lo hizo como si me conociera desde hacía mucho tiempo y no tuviera problemas en mirarme a los ojos sin el menor esfuerzo. 
Yo no estaba solo, simplemente pasaba para comer con mis compañeros cuando la miré y ella sonrió. Luego hizo un gesto cálido, y entrecerró un poco los párpados, y unas pequeñas arrugas aparecieron en su excesivamente blanca y redonda cara. Pude leer claramente la forma como sus labios describían la vocalización de un "hola" algo tímido. Ella también tenía compañía, pero dejó de hablar con ella para observarme y darme su atención. Sus amigos pudieron pensar fácilmente que yo era un conocido, pero estaban bien equivocados: creo que nunca la había visto en mi vida. 

Cuando dijo ese mudo saludo, yo le respondí de la misma forma, pero desconcertado. Me quedé con mi comida en las manos y de pie frente a mi silla por unos segundos. Me desconecté de repente preguntándome por esa persona que era capaz de saludarme tan familiar y cálidamente y por el mismo lapso de tiempo me dispuse a buscar en lo más recóndito de mi memoria. Al final, mis compañeros me despertaron del momento y mientras terminé de comer la miraba de reojo.
Ese gesto me retumbó todo ese día. No era una mujer excesivamente hermosa como las que se pueden observar con creciente frecuencia en mi campus, sino que era más bien una mujer de contextura  poco suntuosa, y un rostro tímido y natural. El cabello recogido, tal vez nada de maquillaje. Si continuara en mi tendencia superficial destructiva, probablemente ni siquiera hubiese notado su presencia.
Es aquí donde debo admitirlo. Tomó la iniciativa. Ese sólo gesto la puso en el plano de mujer interesante, y estuve distraído en los 20 minutos siguientes desde que me senté para comer y regresé a mi facultad. 

La cosa pudo haber terminado ese día con facilidad, una simple mirada curiosa de una mujer extraña. Sin embargo, el azar o tal vez algo más hizo que me cruzara por accidente con ella. Entré a una de las muchas cafeterías de mi universidad dispuesto a tomarme un té frío. Después de pagar el excesivo precio que mi antojo requería, me dirigí a una pequeña plaza, una playita con sillas que sirve de punto de encuentro para una monitoría que debía dictar de dos minutos. Al salir de la cafetería y bajar un piso hasta ese lugar, una mujer estaba sentada en una silla, y era la única en el lugar. La observé porque noté de inmediato que estaba haciendo todo lo posible para llamar la atención de una paloma que estaba cerca. Utilizaba los típicos gestos con los que uno llama a un perro, pero fue evidente de que la cosa no funciona con aves. Me quedé observando de pie a la distancia la escena, hasta que observé el rostro de la persona y se trataba de ella misma. Por un pequeño instante se sonrojó, pero me miró con delicadeza y trazó una curva en sus labios, a la cual respondí con mi propio sonreír. Seguí mi camino, porque en ese momento el tiempo no era mío, pero supe que estaba al tanto de mi existencia.

Por supuesto, mi cabeza no ha cesado de intentar racionalizar cada momento de las dos situaciones en busca de una explicación. Armo videos extraños donde ella resulta siendo una acosadora que me conoce por fotos y de repente se sintió con suficiente conocimiento de mi vida como para saludarme, u otra historia paralela donde intento explicarme como una persona con apariencia tan tímida pudo soportar el latigar de mi mirada en sus ojos y saludar.

Es cierto, acabo de escribir una cosa trivial, un desconocido que saluda, nada más. Probablemente sea otro de esos casos en los que pienso que encontré una persona para mí, y dentro de un par de horas cambiaré de parecer. También es posible que dentro de los 15000 alumnos de mi universidad, fueron cuestiones del azar, pero no puedo evitar mi curiosidad. La ventaja del anonimato es que puedo pensar lo que quiera sin esperar una verdadera consecuencia en mi mundo social, y del mismo modo puedo imaginar que tal vez encontró fotos mías, o leyó este blog y de repente me reconoció. Igual, mantendré mi rutina y no forzaré ningún encuentro, por lo que tal vez esta sea la última vez que hable de esta inquietud.