sábado, 27 de octubre de 2007

Esquizofrenia

Tener delirios de psicólogo es algo que siempre he poseído. Aprender a leer las personas es bastante fácil si eres lo suficientemente observador. Siempre miro los zapatos de la gente y me doy cuenta del nivel social del que provienen. Miras su cabello y te das cuenta de su dedicación en la imagen, por lo que también se preve la educación. Las ropas complementan el paisaje, y la manera de caminar comprueba las teorías.
La lectura también se manifiesta en la expresiones faciales, y la forma en la que mantienen la mirada revela las intenciones.

Ahora no analizo a nadie, me analizo a mí. Me doy cuenta de que mis monólogos se transforman cada vez más en polémicas. Cada una de mis facetas se manifiesta sin trabas cada vez que llego a temporadas como esta en la que el tiempo dedicado para mí es particularmente pequeño.

En silencio se manifiesta el reflexivo. El pensador. El que observa el mundo y lee. El que escribe el blog y el que se muere por el cine clásico y los cuentos de Poe, Cortázar y Borges. El que escucha radio de opinión y lee las editoriales. El que tiene el programa cultural en la mochila, el que lloró cuando acabó la exposición en el museo de arte moderno.

El músico esta siempre presente. Es el que canta al caminar por la calle, el que empieza a tocar una batería imaginaria con los dedos en los momentos menos esperados y desespera a la gente. Al que le brillan los ojos es a él cuando ponen una de las mías, y es el nostálgico cuando pasa por un conservatorio o escucha música de banda. En este hay dos: el saxofonista y el baterista. Cada uno con gustos musicales propios y a veces complementarios, y es aquí donde empiezo a bailar sin tregua.

El romántico es bastante interior. Esta siempre presente en las discusiones, pero no se ha poseído lo suficiente demasiadas veces. Es la falta de compañía lo que lo reprime, y es el que saca las metáforas y mira la luna. Ayuda mucho en la composición, pero es tímido para mostrarse.

Al científico lo he intentado dejar de lado, pero he llegado al punto de necesitarlo para sacar adelante los estudios. Es demasiado bueno, de los mejores del país, pero es en el que menos me quiero convertir, debido a lo cerrado que se me puede volver el conocimiento. Este lo utilizo mucho, y su agilidad es impresionante a veces. También colabora con lo de la psicología.

El charlador es gracioso, el alma de la fiesta y coquetea con cada palabra. Este es el que me lleva a tomar cerveza, a hablar de cosas sin profundidad ni sentido. Lo tengo pulido, y me permite desenvolverme socialmente como un obtuso superficial más. Es muy seguro de sí mismo, y proyecta confianza en los demás. Es ese yo que los demás observan la mayor parte del tiempo. Poco serio y despreocupado, aparentemente sin metas, pero es lo que me identifica. Relajado, predomina en mi exterior, pero por su impulsividad suele ser vetado en los monólogos.

Hay muchos más dentro de esta mente encerrada. Suficientes para enloquecer a cualquier loquero con moderado estudio. Suficiente para confundirme cuando necesito confianza. Soy una combinación extraña de arte, matemáticas, retórica y bohemia, nada demasiado homogéneo, y cada vez más a la deriva. Una gelatina que no cuajó bien, una raza sin nombre. Caído del zarso, bailarín de sangre, amante del sancocho, lector sin compromiso, nada neurótico, estudiante de japonés. Nada concreto, nada definido, silueta borrosa de un proyecto que tenía esperanzas. Falta de sueño y exceso de pensamiento. Esquizofrenia.

lunes, 22 de octubre de 2007

Ella, La Anhelante

Cuando la veo venir a la distancia siempre intento mirarla directo a los ojos. Sin bajar la vista espero que ella haga el saludo y le respondo con una sonrisa. No tengo ningún interés en particular, pero tengo una intensa curiosidad en su forma de ser, y en su forma de hacer contacto. Hace que la llamen igual a la luz, y se escribe con el sol y la luna. Desde que la conocí me pareció interesante, tal vez exótica, pero no tengo certeza de lo que quiero encontrar. Ella tiene en la mirada el deseo de encontrar a alguien, pero la tortura de saberse dentro de un mundo que es naturalmente aislado se divisa dentro de esos ojos negros bien abiertos y atentos. Es eso mismo que muchas veces siento, pero con ella se nota en el aire, y mi reflejo en su mirar me toca el psicólogo interior.

Quiero hablar con ella y sacarla a mirar el mundo. Mostrarle que la vida no es la que observa en su pantalla, y que se mueve en los círculos que no debe. Es un caso como el mío, un sujeto enredado en sus propios pensamientos, pero en un desierto más infame. Quiero enseñarle el camino para no tener que encerrarse en su cuarto todo el día y sólo salir por un par de clases que no le interesan demasiado. Sacarle un pensamiento profundo sin necesidad de una carcajada para bajarle la seriedad. Por ahora su mirada es la de una mujer anhelante. Si, anhelante. Me recuerda lo que era yo mismo en una época, y ella siempre atenta. Espera que a la vuelta de la esquina se cruce con el hombre que le hable de los mismos intereses que ella, pero con un pie en la realidad que le permite moverse sin reparos en la sociedad.

Sólo nos une las clases de un lenguaje que pocos entienden, y esa mirada que ya no puedo descifrar por completo. Cuando nos encontramos por la calle, siempre está con el mismo tipo con cara de estar enamorado de ella que me mira con desprecio. No pienso quitársela, pero algún día la sacaré de ese mundo. Tal vez sólo necesita un buen tipo con una mente más abierta, y tengo varios amigos que serían buenos candidatos. Una cerveza debe ser algo ajeno a su vida, pero desearía mostrarle la forma trivial con la que aproximo la situación. Ojos de anhelo, ojos atentos, ojos desesperados, ojos examinadores. Una vida diferente, aislada y rodeada de inadaptados. Es falta de adaptación la que sufre, eso de lo que parece me sobra. Ella no sabe que la entiendo, que le mostraría cosas, que no necesita tener un círculo tan cerrado, y que no traiciona sus principios al hablar con alguien fuera del círculo.

Debido a sus intereses, siempre está rodeado de hombres, porque la participación femenina en sus actividades es bastante reducida. Y los hombres suelen enamorarse fácil, y ella parece rodiada de esos hombres enamoradizos. Quiero rescatarla, pero no sé como abordarla, tanto que creo que me equivoqué y le mandé la dirección de este diario, aunque tal vez con eso sea suficiente para que busque mi amistad. Alonso Llosa sabe de un par de cosas, y no sabe muchas más, pero conoce lo que es estar aislado en su mundo sin demasiadas elecciones. El secreto está en abrir la ventana y mirar afuera, mirar las nubes, mirar la luna.

Tan loquero como amigo, espero me encuentres querida anhelante. Espero estés buscando. Espero la pista sea suficiente. Llevo una vida relajada, y espero contagiarte la tontería. Tengo esa manía de querer arreglar los problemas ajenos, y necesitas quien te abra la ventana, porque tus ojos siempre han querido ver afuera. Ojalá encuentres el camino. Ojalá encuentres tu destino.

domingo, 21 de octubre de 2007

The Cure

No pude sino sentir un poco de vergüenza ajena cuando me dí cuenta de que Robert Smith y The Cure estaban en medio de la crema innata del pop latinoamericano en los premios Mtv de este año. Un homenaje en medio de las tristes figuras célebres representantes de lo poco original y el manejo de imagen agresivo de los medios hicieron que no pudiera hacer más que taparme la cara. Hace demasiado tiempo que le perdí el respeto a Mtv y su inhabilidad para reconocer lo verdaderamente auténtico, aunque debo admitir que tiene una seudoconciencia que termina en eventos como Live 8 y similares que son bastante buenos. Sin embargo, la versión latina de la cadena no es más que un reflejo de lo superficial de la sociedad latinoamericana, dónde la moda de todos los países parece ser igual, y los mexicanos acomodados quieren marcar una tendencia en su forma de vestir que no deja de ser otra copia más.

En fin, hay muchas razones por las que no puedo tener una postura a favor de Mtv latinoamérica, y la vergüenza que tenía se transformó en impotencia cuando sentí que al final de la presentación empezaba a sonar la guitarra tropical de Juanes. Muy ideal para las fiestas y las discotecas, pero al lado de Robert Smith, al que Jimi Hendrix le tiene una silla reservada en el cielo de los músicos junto a James Brown, simplemente es un párbulo con indigestión que grita babosadas sin profundidad.
Simplemente era demasiado contraste, y nadie puede negarlo.

Así que la pena me hico darme cuenta de que el único modo de homenajearlo como se merece es escuchar su música. Debo decir que el día que The Cure venga a Bogotá estaré dispuesto a cualquier proeza o humillación necesaria para conseguir un buen lugar, aunque por ahora es algo imposible. De todas formas tengo casi toda la discografía, y puedo decir con certeza que fue una de aquellas bandas que hicieron parte de la banda sonora de mi vida, y tienen un lugar especial en mi corazón, por lo que no puedo sino emocionarme y cantar con el alma en la mano cuando la escucho en cualquier lugar.

Definitivamente mi canción favorita. Love song es de esas cnaciones que no puedes evitar que se te metan adentro. Con un par de cervezas es imposible no insinuar unos ojos mojados al cantar la melancolía... "I will always love you"




Cuando salió Greatest Hits, la tristeza de tal vez saber que sería el final de The Cure invadió a algunos de los que los conocíamos. Nos dejaron esta joya en el álbum. Cut here, y ese pequeño trabalenguas que no puedo decir completo.




Pero claro, esta banda está hecha para hacer música, y se cansaron de no salir de gira, por lo que volvieron con The Cure y una de las más hermosas con la que me han trasnochado. Alt.End.



Aaaah... que delicia... Salud.

sábado, 20 de octubre de 2007

Agarrando Pueblo

Y lastimosamente no viví la época del Boom cinematográfico colombiano, pero estoy lo suficientemente acertado para saber del legado de Carlos Mayolo al cine nacional. Aquí hay un fragmento de "Agarrando Pueblo". El lugar es Cali, y en esa época todas las grabaciones de los noticieros y los documentales se encargaban de mostrar la miseria de los años 70 en nuestro país. Esta imagen de miseria aun se mantiene en la memoria de la mayoría de los extrangeros, y aunque la situación es distinta, las grabaciones suelen tener ese tinte de pobreza y hambre que hizo que Carlos fuera uno de los que utilizaran el término "Pornomiseria", una especia de morbo por lo más bajo de la sociedad.





Esta es una especia de película documental que se burla de aquellos que buscaban retratar esa decadencia de la sociedad colombiana de finales del siglo pasado.
Hay que decir, que toda sociedad latinoamericana presenta este tipo de problemática, pero es algo innegable que los medios suelen exagerar la realidad, y como resultado, siempre seremos un país tercer mundista a los ojos del mundo.

Fin de semana y el escape

Han sido un par de semanas agotadoras, y esa es la única razón por la que he dejado de escribir. La falta de tiempo hace que tu cabeza deje de preguntarse por pensamientos divergentes que no tienen nada que ver con tu trabajo, y el cuerpo cansado por la jornada vence cualquier intención de pensar en las palabras correctas para un diario secreto. Hoy me desquito, y escribo para mí, y para la gente que me lee en Perú y Chile de vez en cuando.

Y bueno, el jueves tuve que pasar la noche en vela por un trabajo que dejó de funcionar a las 11.59 pm. Me empezó a funcionar a las 6 am y la entrega era a las 9. La ausencia de sueño, combinado con toda una semana de trabajos hasta entrada la noche, terminaron por crear en mi mente una especie de malparidez cósmica que me hacía irritable y suceptible a buscar rabietas. Un viernes sin ganas de entrar a clases y sueño en cada silla con espaldar, y sin embargo el espíritu de las salidas de los fines de semana seguía latente. Dormido, cansado, con un libro de 3 kilos en mi espalda y con una modesta cantidad de dinero, dejé de asistir a la clase de la tarde con la excusa de regresar a descansar a mi cama. Incluso llamé a un amigo para que me acompañara a tomar un par de cervezas. Cuando me despedí de mis compañeros y me disponía a tomar el bus, me dí cuenta de que no era justo de que no me saliera con las mías durante tanto tiempo. Llamé a mi amigo y me inventé una excusa para abandonar mis propósitos iniciales. Me dolió en el alma mentirle, pero era de esas cosas que tenía que hacer.

De repente la mochila me pesó menos, y el clima me importó poco. Llueve mucho en Bogotá por estos días, y con los pies fríos y mojados me decidí a seguir mi ruta secreta: caminar hacia el centro sin rumbo.
Ahora que lo pienso, mi fascinación por el centro parece ser algo sin sentido para la gente con la que hablo, pues el centro para un ciudadano común es un lugar más y poco atractivo. Para mí representa algo especial, pero es especial porque es secreto. Mis incursiones solitarias hacia la zona más congestionada de la capital son las de un mochilero en un país nuevo, y a este lugar por el que miles de personas pasan todos los días a toda hora lo tengo en mi corazón como mi zona de escape privado. Es también la certeza de no encontrarme con alguna cara familiar la que me permite deambular sin destino y con todos los caminos a mi favor. Al principio de la semana me había inventado ya un dolor de estómago para caminar las hermosas arquitecturas de las casas antiguas que están sobre la vía principal en la entrada del centro, pero esta vez fue especial por la ira acumulada y la falta de tiempo propio.
Mi mente vagabunda se encargo de que mi cuerpo sin sueño retomara la vitalidad de siempre, y en el lugar de mis caminatas furtivas prendí el cigarrillo que sólo en ese lugar enciendo, al principio del camino que sólo yo recorro. De repente se hizo evidente mi ezquizofrenia cuando uno de mis sujetos recordó que había entrado al Museo Nacional y de que ese viernes se inauguraba una nueva exposición temporal. El otro sujeto me regañó por pretender internarme en un museo cuando los viernes es de fiesta y alcohol, mientras que yo tenía la intención de uno de los planes más geeks del mundo. Sin embargo, cuando recordé que era una exposición de cine no hubo segunda opción más que correr de inmediato aunque el cielo pintara para derrumbarse sobre las calles.
Bastaron dos cigarrillos, y un poco más de 30 minutos para llegar a la antigua cárcel de la capital que alberga las colecciones más importantes del país. El Museo Nacional siempre ha sido un lugar donde me siento cómodo y el cine es una de esas cosas que me llenan el hambre de historias, así que la combinación fue perfecta para soltarme la mufa de la semana. A la entrada estaban unos argentinos con una guía turística, y en la tiquetería unos gringos algo amargados. Extraño observar un extranjero fuera de las playas, pero reconfortante de espíritu.
Pagué la admisión, dejé mi pesada carga en el guardaropa y me sumergí en la historia del cine colombiano. Es una de esas experiencias reveladoras y educativas. Siempre he sido un amante del cine clásico a blanco y negro, y de las obras más tempranas del séptimo arte. Creo que debido a la falta de competencia, las primeras obras contaban con la misma calidad del teatro, y los directores se esforzaban por concebir verdadero arte visual. Fue bastante grato encontrarme con imágenes que se confundirían fácilmente con cualquier puerto europeo a no ser por la frase "miss colombia 1923", y aunque creo que no era ese el año, parecía la celebre grabación de la despedida del Titanic.
En fin, me encontré con un viaje por la historia y por los personajes y lugares que la hicieron posible (http://www.museonacional.gov.co/cine.html). Ahora el hambre por más de lo que presencié me ha devuelto la chispa que a veces me nace por las formas de arte que se me aparecen. La biblioteca de mi universidad es una de las más completas de latinoamérica pero no tiene las películas de Carlos Mayolo que busco, por lo que la búsqueda apenas comienza.

En fin, otro escape exitoso y gratificante que se suma a otras cuantas pequeñas victorias en mi lucha contra el mundo de la sociedad obtusa y la falta de tertulia.

Macho

Y ella de repente, en medio de la conversación dijo algo como: "Perdona que te lo diga. Tal vez me vas a odiar cuando te lo diga: Pero tu eres muy macho para una mujer como ella". No supe como reaccionar, así que sólo atiné a darle un abrazo algo simplón y ocultar mi cara de vergüenza que opacaba la de satisfacción. La Paisa hablaba de mi ex-novia, y de como parecía bastante incompatible mi relación con ella, y con ese comentario sincero se ganó una amistad que de seguro disfrutará.
Y es así. Aún no comprendo como fue que pude mantenerme tanto tiempo en una situación con ella. Es, en el fondo, todo lo opuesto a lo que busco en una mujer: es intensa en el estudio, escucha la música que odio, y obtusa para las cosas más simples que se pueden disfrutar en la vida. En el momento que la conocí, creo que simplemente quería comprobar si todavía era capaz de seducir. Era alta, eso si no se lo niego, y mi propia estatura me obliga a que busque a aquellas que superen el nivel de mi horizonte. Cuando me dí cuenta de que le gustaba (era demasiado evidente), hice el movimiento y terminamos juntos. Creo que fue la falta de una mujer en tanto tiempo, o el hecho de no haber tenido novia en mi tiempo universitario aceleraron mi accionar.
Aunque hay momentos que no se pueden negar que disfruté, dejé de ser el sujeto que solía ser debido a la influencia de su presencia. En todo el tiempo que estuve con ella sólo pude leer un libro. Ella odiaba el hecho de que tuviera una banda, de que los sábados prefiriera ensayar a salir con ella y se ponía roja en cuanto a la vocalista que tenía en esa época y que me sonreía bastante. Ahora espero volver a encontrármela para invitarla a un café, aunque supongo que eso sería imposible en estos momentos, sobre todo porque dejó la banda y se perdió en su estudio.
En fin, ya van casi tal vez más de 6 meses desde que la dejé, y cada día ha sido mejor. Pude volver a abrir los ojos y salir solo a caminar de nuevo al Parque Nacional. La composición me ha vuelto de repente, la inspiración me brota por los poros con suficiente cafeína y vuelvo a mi secreta vida de bohemia. Ahora ella me odia y me ama a la vez, hay un sólo paso como dicen por ahí, pero en el caso de ella es bastante evidente. No puedo evitar tratarla mal como respuesta a su agresiva actitud frente a mi forma de ser. Es una especie de enemigo con la que tengo que lidiar todos los domingos cuando debemos trabajar en tareas para la universidad. Se transformó en una carga, y tiene nombre secreto cuando lo comento con mis amigos de la carrera.

Sin embargo, me quedé pensando en lo de "macho". Es una expresión muy rara, y no es la primera vez que me la dicen. Le pregunté de nuevo, y lo que la Paisa me respondió me dio a entender es que parezco de otro nivel, de otro mundo, de pensamiento más profundo que el de una mujer sin más ambiciones que una buena calificación. Tal vez exagero, pero se me combina con mis sospechas de que algunas féminas me ven como alguien inalcanzable. Supongo que ellas creen que deben prepararse demasiado para intentar entablar una conversación conmigo. Es la primera vez de que me doy cuenta de que a veces si proyecto esa estela intelectual que tengo oculta para el público, pero seguramente exagero. "Ah, verdad que a ti te gusta..."... "el jazz"... si... debo sonar raro. No todos tocan saxofón, pero no soy todos, y todavía espero mi armónica Blue Marine afinada en Do bemol (aunque deberían decir simplemente afinada en Si.. cosas raras del blues).

Jeje... creo que a ella nunca le regalé la luna.

Regreso

Ya extrañaba escribir. Supongo que no hay terapia más sensata para reconocerte que escribir sobre tu vida. Al releer una y otra vez las voces en mi diario, me nace el sentimiento de autenticidad que pretendo poseer, a la vez que me sorprendo de lo polimórfico que puedo llegar a ser. Esto no está hecho para ser leído por alguien en particular, simplemente es un ejercicio mental que espero que alguien reconozca. No soy escritor, no soy poeta, y a veces soy músico. La vida de un sujeto como yo gira en torno al estudio y la universidad, pero la verdad es que mi cabeza quiere salirse todo el tiempo. Hay veces que sucede una implosión, y todos los pensamientos que se me quedan me consumen con el tiempo. Soy terco en ser nostálgico, demasiado romántico a veces, y todos me conocen por otras cosas. Ese polimorfismo que tengo, de ser pero no ser, de mirar pero no mostrar, de sentir pero no decirlo, de escribir pero ocultarlo, todo esto lo exprimo aquí, para mí. No espero que alguien me encuentre por esto.
Por cierto, Alonso Llosa es un seudónimo.

jueves, 11 de octubre de 2007

Carta

Hay veces que la soledad te invade. Sueltas palabras al viento para que nadie las escuche, y tu mente recorre melancólica el pasado. Es un efecto que no puedes evitar, porque la memoria funciona para que recuerdes mejor los instantes felices, y logran parecer eternos y lejanos, y le das una y otra vez la vuelta, y te comparas con el ahora. La imaginación permite que viajes en el tiempo y encuentres el punto de convergencia que hubiera cambiando todo el álbum de los recuerdos, y te creas películas con otros guiones donde los personajes realizaron elecciones distintas. Es en el silencio de la ausencia de compañía en que el futuro es más anhelado, y te creas la silueta que te servirá de consuelo. Una sonrisa, un peso al lado tuyo al despertar, con eso te conformás y aparece lejano, poco definido y borroso, y primero tienes que terminar ciertos asuntos, y en algún punto la conocerás, y te sonrojarás, y no soportarás el poder de la mirada porque la creaste con ojos mágicos que descifran el alma.
Después de viajar en el tiempo regresarás al punto muerto que te impulsó el vuelo inicial. Te encontrarás de nuevo aislado y perplejo ante la falta de argumentos para mantenerte a flote. La rutina te consumirá poco a poco, y la única forma para que no te pierdas la intuición será sedándote con distracciones. Anestesiado y apasiguado te darás cuenta de que es inevitable continuar igual, y que lo que buscas no lo encontrarás rápido, y que la espera será mucho más larga de lo que puedes soportar. Probablemente terminarás por seguir otra opción que no contemplabas, y que se vé opacada por la elección primera. Y sigues, y sigues, y sigo. Por otro lugar lejano preguntándote lo mismo que me retuerce los sesos todos los días. Llego sin esperanza, espero que no sea tu caso y que me puedas reconocer cuando se dé el contacto. Busco la mirada mágica, busca la mirada apagada. Te busco ya por costumbre. Encuéntrame si puedes.

lunes, 8 de octubre de 2007

Caminando por el Centro

Hoy decidí escaparme toda la mañana para caminar por el centro de la ciudad. Se suponía que debía encontrarme con compañeros para realizar un trabajo, pero decidí tomar el bus y pasear la ciudad, así que hoy terminé como el sujeto observador que pocas veces tiene la oportunidad de brindarse espacio.
Siempre le he tenido cierta mística al centro. Tal vez es porque años de crianza atemorizada me infundieron la creencia del peligro latente, o porque las altas concentraciones de gente hacen más notorios los contrastes. Es un lugar pintoresco, donde las arquitectura antigua se funde con el exceso de publicidad amateur de comercios informales. La historia de un país reposa sobre los cimientos de la zona, pero supongo que para que pueda continuar el ritmo de la sociedad actual la historia debe ser ignorada. Fue un día de lluvia, uno de los peores del últimos mes, especial para caminatas solitarias. San Victorino, la zona del comercio popular y del contrabando apareció primero, con los anunciantes en las puertas de los negocios con micrófonos y parlantes a todo volumen intentando llamar la atención a fuerza de notoriedad sonora. Chaquetas, celulares, cigarrerías, lechona, todo parece estar en su sitio, y la plaza es la misma plaza de cualquier pueblo del país, pero camuflada entre el transporte masivo y toneladas de asfalto, matizado por los sonidos del tráfico congestionado con el color que sólo los años de smog le brindan a los edificios más antiguos. Caminé en el sentido de los cerros, al oeste, cerca al capitolio, y me quedé mirando fascinado los lugares donde la gente se refugia de la lluvia. Cualquier lugar parece adecuado, y es cuando es evidente que en Bogotá todos los mostradores tienen paraguas a la venta.
Andube por cafés, ministerios, plazas, locales de artesanías, sin rumbo especial, regresando en mis propios pasos, con el paraguas en la mano y mi mente en las calles estrechas y pedestales con personajes desconocidos. Me desilucionó el hecho de que la presencia de universidades trajera consigo el de jóvenes de revistas y moda que también soporto en mi universidad, pero eso también enaltece la policulturalidad de lo verdaderamente urbano, si tal palabra tiene un significado real.
Como siempre observé a las personas caminar, intentando encontrar a alguien que luciera algo introspectivo. No encontré a nadie con la mirada trascendental que imaginaba y disfruté comer solo en un restaurante grande en medio de la lluvia. Pensaba que me toparía con cafés de bohemia en cada esquina, pero más bien fue todo lo contrario y las cosas de las clases más populares están en cada esquina. Sin embargo, el hecho de no encontrar ese mundo intelectual imaginario del que quiero ser parte no evitó que esbozara una sonrisa en mi rostro al tener que volver a la rutina del lunes. Me dí cuenta de que las personas que viven en este pueblo grande se pueden tomar la vida relajademente del mismo modo que yo defiendo pero sin preocuparse por tener una educación en filosofía, literatura o artes. Disfrutan de cosas más simples como una buena promoción o una serenata tradicional. La cantina es tan válida como el pub, y no soy mejor por tener tres idiomas y medio en mi currículo. Una lección de humildad y de ciudad, que terminó con un joven cantando Andrés Calamaro en el bus. Buen día de ciudad.

domingo, 7 de octubre de 2007

Ermitaño

Poco a poco mi fe en encontrar personas similares a mí se va reduciendo. En el fondo sé que es bastante difícil que un estudiante universitario aplicado tenga un libro en su mochila sólo por el gusto de la lectura. También resulta extraño encontrarse con alguien componiendo música al lado de una taza de café. Las personas que asisten al cineforo parecen ser poco carismáticas, y creen que al saber un poco tienen la autoridad para creerse más que los demás. Parece que soy un simple ermitaño que vive sin rumbo dentro de la sociedad de la que se supone se debe alejar. Es una definición simple, pero parece ser la más adecuada, un sujeto sin sueños más que el conocer el sentido de las cosas. No hay montañas a las que me pueda escapar, y la vida ascética no es una opción en la actualidad. Sólo me queda pensar, escribir de vez en cuando y seguir con la corriente. Encuentro personas, amistades, personas de las que me quiero rodear, pero sé que ninguna tiene en la cabeza lo que quiero encontrar, aunque aún no sé que sea aquello a lo que me refiero. Ermitaño sin montaña, ermitaño acomodado, ermitaño sin experiencia. Salgo cada fin de semana con el objetivo de encontrar una persona que me siga el ritmo, pero me conformo con aquella que mire ha la luna. Las pasiones terrenales parecen convencerme sin agresividad, y una vida simple y banal me seduce sin presionar. No he dado el paso completo, porque la soledad me aterra, no lo puedo negar, pero cada vez el dilema de poseer dos mundos opuestos me constipa. La ezquizofrenia llegará, la veo llegar, no podré ser profundo y simpático a la vez, y la soledad me embargará y naufragaré en un limbo de ideas. Ermitaño sin montaña.

miércoles, 3 de octubre de 2007

One Bourbon, One Scotch, and One Beer

Maestro del Boogie Woogie. John Lee Hooker, el tartamudo que supo llenarnos de Blues.

Cada Día se la Traga mi Corazón

Uno de los músicos que más respeto se llama Juan Manuel Tomás Arturo Chao, o mejor "Manu Chao". Gracias a él tal vez tuve ese temprano impulso de aprender algo de francés que se me ha olvidado con el tiempo pero que me alcanza para leer ciertas palabras de manera correcta, y fue una de mis mayores influencias en mis tiempos de Reggae y Ska, aunque la verdad no puede encasillarse en ningún genero músical. Si algo puede llamarse "alternativo", serguramente será la música de este francés de padres españoles y que nos canta en todos los idiomas. Empezó con su familia en Mano Negra, y siempre ha demostrado que la música puede llevar un mensaje de la realidad, y que la política está para el que la busca ahí.




Este año sacó su nuevo Álbum "La Radiolina", y entre la muy buena música que trae se encuentra la premiada "Me llaman Calle", que sirvió de banda sonora para la muy buena película "Princesas". Así que observad: Manu antes y ahora...


lunes, 1 de octubre de 2007

Insomnio

Indecisión. Eso llena mi cabeza cuando me doy cuenta de que quiero ser muchas cosas pero a la vez no soy ninguna del todo. Estoy leyendo unas historias de Poe y me doy cuenta de que soy este joven pensador encerrado en una jaula de clases de física y diseños de cosas que pocos comprenden. Me pierdo en las ideas sobre los caminos de los antiguos filósofos para alcanzar la verdad, inducción o deducción, pero debería estar leyendo sobre amplificadores operacionales con realimentación, todo para poder sacar la carrera adelante. ¿Qué sospechará la persona en el bus que me vé sacar un libro olvidado y en otro lenguaje cuando logro conseguir sitio?... no creo que se dé cuenta de que estudié gramática musical por siete años, que mis labios son gruesos porque se acostumbraron a la embocadura de mi saxofón alto, que toqué en dos orquestas sinfónicas, que fuí galardonado como el mejor bachiller de mi promoción, que estuve en finales de olimpiadas de física y química, que sé algo de japonés, que mis falanges se han engrosado por tomar las baquetas para tocar la batería, que estudio una ingeniería y que también me gusta. Al final del día simplemente termino revisando las últimas noticias de fútbol y el correo esperando que algo suceda. Acaba de terminar la semana de receso, y la ausencia de clases no me modificó el panorama. Ahora permanezco indeciso, atrasado con mis deberes, a la espera de algo que me marque el camino a seguir. La banda está paralizada, sin vocalista, buscando un nombre nuevo, y un impulso que perdió unos meses. La composición depende de mí y no tengo ni el tiempo ni la disposición que necesito para dedicarme. El cine parece no ser suficiente, una vez a la semana es poco trascendente para el universo que encierra el arte del movimiento. Mi tiempo de lectura es ahora incierto debido a la cantidad de distracciones que poseo. El fútbol me apasiona como a un colombiano más que se conmueve y sufre con la selección. Mis amigos y las mujeres trastornan las prioridades.
Creo que llegué al punto en que no tengo prioridades. No creo que mis fantasías se puedan considerar como sueños, hacer música, viajar, tener un trabajo cómodo, nada concreto; tal vez esta difusa imagen de la mujer que quiero y que cada vez se ve más lejana, pero un sueño después de todo. Antes funcionaba ser el número uno académicamente, ahora no lo soy, y me he vuelto mediocre, un paria del estudio. No, no es el estudio el que me rechaza, soy yo el que lo aborrezco ahora que tengo cierto grado de libertad. Debe ser la libertad el problema, algún filósofo sabía bien que el hombre no sabe qué hacer con la libertad, y que las masas necesitan a alguien que les diga su camino, y aparece lo absurdo del sistema. Sería fácil señirse al estudio y dejar todo de lado. No tendría que estar escribiendo pensamientos sin destino ni argumento, y mi mundo giraría en torno a la lectura académica y a seguir un currículum y un programa establecido, como todo padre quisiera que fuera. Sé que si mi tiempo se gastara en esto con facilidad retornaría a esos primeros lugares que probablemente me ayudarían a conseguir un trabajo estable y acomodado, con el respeto de toda la institución.
Nonsense. Este post es todo lo que me pasa cuando se me traba la máquina de hacer música. La nostalgia por tener el saxo guardado puede ser el culpable, y la falta de esa armónica tan postergada. Debo ser un iluso si creo que puedo ser músico, científico, letrado y enamorado a la vez. La ilustración fue una utopía que fracasó, y no debo ser algo en contra de la historia. Supongo que será cuando sea un anciano retirado que el conocimiento llegará por la experiencia y por el tiempo, y me burlaré de lo osado que era al querer ser todo y nada tan joven. Punks, metaleros, médicos, arquitectos, vagabundos.... sería más fácil cumplir con un estereotipo que te diga la forma de vestir y de actuar, el miedo a la individualidad y a tomar tu libertad hacen que los grupos dicten tu forma de ser. Esto se alarga, tengo que dormir.