domingo, 1 de marzo de 2009

Final Cambiado


Él solía ser bastante bueno en relacionarse con las mujeres, o al menos con las desconocidas que le interesaban. No es atractivo, pero correspondía a ese grupo de personajes que tienen cierto atino en las palabras y que pueden comunicarse con facilidad y seguridad, y creía con certeza en su talento para descifrar a las personas. Cada vez que iba a un bar, sabía desenvolverse y expresarse de la forma adecuada para impresionar cierto grupo de personas del género opuesto. En lugares como aquellos, donde siempre hay más hombres que mujeres, lograba triunfar en el juego de miradas, y avanzar desde un simple hola hasta verdaderos trofeos en una sola salida de cacería. Para él, la cosa era simple observación, simple provocación, simple seguridad, simple proyección. 
Jugaba el juego sin motivación. Al final de cada noche sabía que se iba a encontrar a otra de aquellas mujeres que se impresionaban demasiado fácil cuando les contaba algo acerca de lo avanzado de sus estudios, de su pasión musical, o simplemente de lo natural que parecía verse cierto baile en él. Lo vacío de sus encuentros lo tenían pasmado. Había perdido la fe en la humanidad hacía demasiado rato, tal vez porque sentía que no valía la pena pensar en un lugar donde nadie quiere escuchar las ideas y estaba completamente resignado a sentirse completamente solo, a llegar a otro final repetido, a vivir en un mundo donde el exceso de conciencia se tilda como locura. Así que siguió jugando, porque le gustaba manipular por las palabras, intentar descifrar las intenciones en los ojos, leer el lenguaje corporal, levantar las cejas y hablar con voz ronca para que ellas se mordieran el labio y abrieran más los ojos. Le gustaba sentir que podía ser extrovertido y con empatía cuando se lo proponía. Le gustaba creer que podía pasar desapercibida su soledad.

Ahora descubrió que es adicto a ella.

Adicto a la melancolía, a las noches en vela, a las caminatas solitarias. Ahora tiene la oportunidad de dejar las soledad y no la toma, deja pasar el bote en el embarcadero sin siquiera mirarlo con recelo. Encontró a alguien que cree que su locura es interesante, a alguien que le gusta la forma en la que habla de las cosas de manera neutral como si fuera un espectador lejano, a alguien que parece reconocer en sus ojos las arrugas de alguien reflexivo, que sonríe cuando él ignora el mundo para dedicarse a cantar. Aún así, después de vagar en una rutina adormecedora por encontrar esas reacciones, no puede terminar de abrir su corazón. No ha podido descifrar su forma de actuar, no ha logrado dejar de lado la suspicacia y disfrutar. Es un viejo ogro en lo espeso de un bosque sordo y lleno de maleza que no deja avanzar. Se mantiene al tanto de las noticias de la humanidad, pero si la vida desapareciera de repente, no podría derramar una lagrima. Una vez quiso escribir una historia alegre con final feliz, pero lo arruinó como muchas otras historias más.