lunes, 19 de mayo de 2008

Impresiones en la recta final

No sé estudiar. Es la triste realidad. En un carrera donde el estudio es la base para intentar llegar a cualquier lugar, yo saco libros de texto y los uso de pisapapeles. Creo que no tengo remedio, funciono por motivación y hay cosas que simplemente no me motivan demasiado.
He cambiado, no sé si madurado, pero definitivamente he cambiado más de lo que me puedo imaginar. Solía ser aquel muchacho que hacía todos sus deberes sin falta y con diligencia, y poco a poco quise escapar de esa imagen de niño bueno que tenía de mí. Ahora soy un tipo altanero, despreocupado y desconcentrado al máximo, y una parte de mí quiere volver a tener ese sentido para hacer las cosas sin titubear. Tengo un examen importante mañana, como pocos en la historia, y perdí el fin de semana leyendo mangas y haciendo cualquier cosa para alejarme del tema. Ahora, en la recta final, me queda tal vez una hora de estudio pero no tengo intenciones de estudiar. Es una protesta mental, un rechazo ególatra a un tema que he llegado a odiar, y este sentido de odio ha venido poco a poco superando al ya debilitado sentido del deber que tengo.
Quiero descansar, conseguir una novia, probar mi juventud por variar. He empezado a perder la forma, me duele todo el cuerpo como consecuencia de un sedentarismo acumulado de demasiado tiempo atrás. Una mujer, unos labios dulces, una sonrisa desinteresada me dan un sentimiento de nostalgia por aquello que no se tiene. Mis compañeros se han convertido en mi familia. Una familia desigual, compleja, rara, y con frikadas de todos los colores y tamaños, pero al llegar al rincón donde siempre me siento se ha desarrollado un sentimiento de hogar bizarro. 
En fin, espero que con escribir pueda despejar mi mente y someterme a la voluntad del sistema académico que constipa tus intereses. Espero escribir la próxima vez sin una razón oculta o argumentos distintos que una pataleta nocturna. Los párpados me pesan, un café y la fría noche serán mis compañeros.