martes, 20 de noviembre de 2007

Escribir parece ser lo único sensato de estos días. Componer, un ejercicio sobrenatural. ¿Por qué no estudié literatura o música? Maldito talento matemático que me absorvió las opciones. Debería hacer doble programa con diseño, al menos conseguiría una novia que no sería tan obsesiva como la última.

El Grito

Nací pereirano. Mi papá también es pereirano, pero soy tan bogotano como el típico capitalino inmigrante. Desde los 15 días de nacido me desenvolví en este inpredecible clima, y toda mi vida fue observada por las mismas cuatro paredes. La pasión del fútbol me fue transmitida desde una edad demasiado tierna. Mi papá, entusiasta como pocos, me llevaba a sus partidos amateur desde antes que yo pudiera hablar. Antes de entrar a la escuela de música, hice parte de la escuela de fútbol de Santafé, donde me dí el lujo de apretarle la mano al "Tren" Valencia. Una operación en el pie hizo que mi carrera futbolística acabara mucho antes de lo que quizo empezar, y el conservatorio ocupó mis tiempos libres. Sin embargo, esa sangre Quimbaya y Tayrona que corre por mis venas (mi mamá es samaria), es la misma que todos los domingos me pone al frente del televisor a ver cuanto partido de fútbol aparezca. Desde pequeño desistí de ser seguidor del Deportivo Pereira, tal vez debido a lo chico que parecía, y cuando todos a mi alrededor eran seguidores de América y Millonarios, elegí al grande Atlético Nacional como el objetivo de mis gritos. Es un momento importante cuando un colombiano elije ser hincha de un equipo, así que la trascendencia del compromiso está presente de cierto modo. Sin embargo, por más patriota que pueda sonar la ecuación, soy de aquel grupo de personas que tienen su mirada en el fútbol extranjero. Lejos, pero lejos, en mi corazón, el primer lugar de culto pertenece el Club Atlético River Plate. El más millo, lejos. Gracias en parte a Juan Pablo Ángel, y Mario Alberto Yepes, a quienes idolatro sin reparo, o gracias a Aimar y Saviola, o simplemente porque me tocó ver al grande River de Ramón con el tridente mágico, soy seguidor incanzable y fiel. Pocas cosas me pueden apartar de un partido de River, y doy gracias al hecho de que siempre han tenido a los mejores colombianos en sus filas.

Parece que hablar de fútbol está fuera de lugar en este espacio, pero hoy era un día especial. Se enfrentaban los dos equipos más importantes de mi vida: Colombia y Argentina. Mascherano, que tanto extrañamos en River, y el Ringuito Amaya del otro lado. Este encuentro era aún más especial para mí de lo que es para muchos, pues escucho hablar de los jugadores de ambas escuadras casi todos los días de mi vida. "Olé", el diario argentino, es casi que una de las páginas de inicio de mi explorador, y River siempre está en mis prioridades.
Esta es una de las nóminas con más jugadores del medio local de la historia, sólo comparable a la selección del 93, y al frente estaban los jugadores mejor pagos y con más calidad del fútbol europeo. Los últimos dos días nos golpeo un sol impresionante, pero una hora antes del encuentro llovió, como para ayudarnos en el cometido. Del partido no voy a hablar, pues no soy periodista deportivo, y todos los que son periodistas deportivos me caen mal de un modo y otro, pero si puedo hablar del grito. Ese grito cuando el balón de Bustos se coló entre la red sin obstrucción alguna. Se gritó de corazón. Esa sensación sólo puede sentirse en ese momento. No estaba en el estadio, pero vivo a 5 cuadras de él, y el rumor unísono de miles de almas eufóricas es indescriptible. Para alguien que lo vive como yo, no hay nada similar. Eso no se comparó con el segundo gol. Este si fue sangre hirviendo. Salí corriendo por todo el apartamento y asusté a mi primito pequeño. Seguramente debía tener el rostro desfigurado y rojo de tanta sangre y adrenalina acumulada. El cuerpo saca fuerzas de donde no existen, y de una forma única, todo el aire de los pulmones se transforma en un prolongado y grave grito que es capaz de espantar mil guerreros valientes. Para mí, que era tierno aún cuando viví el 5 cero, este gol fue el más importante de la historia, y lo grité como debía. Gritos, pasión, Colombia. Dan ganas de cantar el himno y bailar un bambuco, el sanjuanero, un porro y tomar una Águila. Y sí, si quieren olviden este momento de júbilo tricolor, y échenle la culpa al árbitro. Pero es historia, y nos vamos para sudáfrica. Puede que no seamos los mejores, pero somos los que mejor celebramos un gol.

lunes, 19 de noviembre de 2007

El Ascenso Final

No logro unir las ideas. La cohesión de mis pensamientos se pierde a medida que me involucro cada vez más dentro del estudio de la carrera que escojí. Ya no tengo tiempo para leer a Poe ni a Cortázar ni a Borges ni a Márquez. Ya no tengo tiempo para esuchar a Hendrix o a Joplin o para enloquecerme un rato con Miles y Coltrane. Las letras de mis canciones han perdido profundidad, puedo sentirlo, y debe ser un mal síntoma. La inmediatez de la catástrofe me ha retornado la fe en otras fuerzas que puedan cambiar el destino insípido de la rutina ruín. Ya nisiquiera tengo nostalgia por otros tiempos. Tal vez es porque ha pasado demasiado tiempo y los recuerdos de una vida más propia se borraron a fuerza de trabajos, exámenes y proyectos. La posibilidad de dedicarme a otra cosa pasa demasiado por mi cabeza. La ausencia de una presencia femenina en el horizonte hace temblar las bases mismas del fuerte que solía tener en mi cabeza. Estoy vulnerable, tal vez demasiado, algo inestable. El saxofón está guardado desde principio de año, y el resto de la banda atraviesa la misma crisis por lo supérflua de la música que suena en las estaciones de radio. La composición me pesa, tocar la batería se transforma en necesidad, en terapia semanal. Dos horas a la semana, me desquito con los parches de los tambores de los que brotan ritmos de consuelo, pero no logro transmitirlo a mis compañeros.

Me dolió dejar de ir al cine foro. Ese lugar que me salvó del encierro de los pensamientos especializados y los lenguajes técnicos. El arte y la fotografía que me llenan se mostraban en dos horas los jueves, junto a cinéfilos y gente que pasaba por la Virgilio. Ahora vuelvo a la vigilia artística. Sólo la pequeña exposición del museo de arte moderno parece subsanar horas de falta de tertulia, pero sigue siendo otra de mis excursiones solitarias hacia la ciudad que quiero. Quiero cine, quiero fotografía, quiero música, quiero libros y quiero una silueta dulce que me acompañe.... quiero tiempo. Es el ascenso final, pero después de esta vienen muchos más premios de montaña. Esta ha sido la cumbre más difícil a la que me he enfrentado, una hecatombe completa. Me quedo sin oxígeno, sin ganas, sin ambición. Estoy perdiendo la identidad y me fusiono con una masa de estudiantes iguales. Somos autómatas, meras enciclopedias con falta de criterio en cosas más simples. Nadie observa el atardecer, nadie miró el peculiar brillo de la luna. Nadie busca un significado más allá de conseguir una buena calificación y salir el viernes a bailar y tomar. Nadie se percató de Fotográfica Bogotá.... nadie me busca como yo. Estoy en el lote, entre todos los que van por donde indica la ruta de la montaña, pero este lote no tiene lider. Soy yo el que se quiere esconder, mi cuerpo me ruega por un descanso, pero no puedo darme siquiera el lujo de comer adecuadamente. El ritmo es acelerado, sobrehumano, descarado. No puedo evitar utilizar los tiempos libres para el ocio, perder los minutos en descansos para la mente y el cuerpo. Banalidades tal vez, pero necesarios para recomponer la sinápsis. Así se me pasa el tiempo, y soy cada vez menos lo que solía ser. Cada vez soy más como ellos, como lo que no quería ser. El ascenso final está de frente, pero mi bicicleta está rota y oxidada, y mi mente paralizada por el ritmo.

sábado, 17 de noviembre de 2007

My Precious




La compré hace más de 4 meses, pero la cercanía del evento me come poco a poco. Falta poco tiempo para verlos volver en Bogotá, y sólo me siento orgulloso de esas pocas monitorías en la universidad que me permitieron ahorrar el dinero para este momento histórico. Estaré en general, lejos... en el gallinero... me los tendré que imaginar desde allá, pero vale la pena presenciar el momento. Soda Stereo rox.

martes, 13 de noviembre de 2007

Declaración

Me rindo. Que me lleve el mundo, que en estos días estoy cansado de luchar contra la marea.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Superlitio Videos

Esto es Superlitio. La banda colombiana de la ciudad de Cali con la perfecta fusión entre Funk, Rock, Tropical y Electrónica. Su álbum "Tripping Tropicana", ha sido ganadora de varios premios y nominada al grammy.

Esta es "LoFi"


Esto es "Foxy"...... (yeahh.. social political music)




Y esta es "Que Vo' hace"... aunque el video no me gusta, la canción es mi favorita.... que se la lleve la marea

Escape

Un día festivo más que significa olvidarse de que toda la ciudad descansa y llegar temprano a la facultad a seguir trabajando. Aunque quisiera que fuera de otra forma, debo encontrarme allá con ella, que sigue con esa postura de desprecio por mi actitud, mis amigos y mi música, pero al menor descuido intenta robarme un beso. No debe ser fácil estar enamorado de mí, pero estoy cansado de tener que lidiar con ese rencor que me tiene por terminar con ella hace ya tanto tiempo. Debo conseguirle un novio que haga que se olvide de mí, y la tarea parece bastante complicada. Si lo mezclamos con el hecho de que sabe presionarme en los botones adecuados para que me deje llevar por su coqueteo, la situación es bastante incómoda, y suele terminar en peleas de las que prefiero escapar. El trabajo no quizo funcionar, como nunca ha querido funcionar. Parece que necesitamos un exorcismo para que algo nos prenda como debe prender, pero este diseño ya me colmó la paciencia. Para rematar estaba Rock al Parque, y estoy seguro de que lamentaré por demasiado tiempo el haberme perdido la presentación de Catupecu Machu. Esta vez apuntaba al final de la jornada con Sidestepper, Superlitio y Aterciopelados, pero estaba sentado en el quinto piso del edificio de la facultad cuando empezaba a atardecer. Necesitaba cualquier excusa para salir. Cuando sonó "You Know You're Right" de Nirvana y ella dijo "¿qué es esa porquería?", la bomba explotó y un instinto asesino me invadió. De alguna forma me controlé... esperé un tiempo, tomé mis cosas y me fuí sin dar explicaciones. Intentó detenerme en el hall, pero también me daba satisfacción el dejarla abandonada y con el trabajo inconcluso, y le dije que iba al festival de rock. Ella me dice de que esa calificación es importante, y yo le respondo que hay cosas más importantes que una calificación. Parece que no sabe hacer nada cuando no estoy trabajando con ella, y ella es de las que se toman su estudio demasiado en serio, así que le duele cuando pongo algo por encima de un trabajo.

Llegué a mi casa sin aliento, y con el tiempo suficiente para tomar una capa para la lluvia y comer un poco de arroz con leche del que prepara mi mamá. Corrí hasta la avenida y tomé un bus que llegó bastante rápido. Es la primera vez que voy solo para Rock al Parque. Para los que no lo conocen, se trata de uno de los festivales de rock gratuitos más grande del mundo. Claro que no tiene comparación con Rock a Río, pero este es gratuito, y gente de todo el país viene por tres días a escuchar todo el día las mejores bandas de la escena local y la internacional que a veces aparece. Esta edición fue especial, porque casi todo el cartel era colombiano, y el sentido de música underground, de lo verdaderamente patrio, de lo más propio del rock nacional aparecía en todos los miles de jóvenes que decidieron mojarse bajo el cielo bogotano para dejarse llevar por los sentidos.
Ahí estaba. Solitario entre unas 20 mil personas. Y sin embargo, parecía ser el único que bailaba y saltaba como loco entre las 100 personas que me rodeaban. Podía sentir las miradas de las personas. Unas miradas de admiración por la forma como me contorcionaba (se bailar gracias a sangre costeña) y saltaba y me disfrutaba el espectáculo, otras de contrariedad por la demencia que mostraba. Superlitio pagó la baldada de agua que San Pedro nos mandó esta vez. Funk, Rock, Reggae y Folclor fusionados de una forma perfecta que solo los más grandes artistas pueden lograr. Tienen unos tintes electrónicos que hacen la música ideal para cualquier gusto, y una banda lo suficientemente carismática para lograr la euforia que pude experimentar en carne propia. Me sabía casi todas las canciones. Gritar, saltar, y mojar mi rostro mirando hacia el cielo fue una de las mejores terapias que he tenido para dejar de lado los problemas del estudio y de la soledad. Este cansancio desbordado que invade cada músculo de mi cuerpo sólo lo puede provocar un concierto de la forma como lo viví. Esa sensación de satisfacción y la adrenalina que parlantes de tres pisos de alto provocan sólo se pueden sentir en vivo. Ahora recuerdo como siempre el hecho de que nunca ví a James Brown en concierto. Aterciopelados fue más nostálgico. El público era de mayor edad, y todos estábamos cautivados por el suceso de la reunión. La música fue la misma, con otros ritmos, pero Bolero Falaz y Florecita Rockera se escuchó por toda la ciudad gracias al grito unísono de miles de personas. En fin. Estoy aquí cansado, despreocupado por lo que me pasará mañana debido a mis acciones y falta de responsabilidad. Un escape después de todo, pero volveré a estar atrapado en unas horas.

Lluvia

Llueve. Llueve en Bogotá. El sábado suspendieron Rock al Parque por la granizada. Fue la granizada más grande de la historia de la ciudad. Efectos del calentamiento global supongo, en estos días es fácil decir que todo es culpa del calentamiento global. Todo es culpa del calentamiento global y de Bush y de Uribe y del Alcalde y de tus profesores. El sonido de los chorros de agua que caen sobre el pavimento es una banda sonora particular. Es lo único que rompe el silencio. Eso junto con el sonido de mis dedos golpeando el teclado, ruido poco melódico y rítmico. Se escucha el sonido diferenciado de la barra espaciadora cada cierto tiempo. Es distinto si; tal vez me equivoco y soy capaz de crear un pequeño ritmo si me lo propongo. Barra espaciadora. Letras, letras, espacio, letras asdfjasdfas asdf asdf asdf asd asd jopwjeo sdf asdf asf as f d sjja wpoe . Es divertido, escuchar escribir, escuchar digitar. Borrar también parece tener un sonido diferente, porque es inevitable presionarlo para borrar letra por letra. Suena cuando me equivoco, es rapidísimo, pero no logro hacerlo con más rapidez. Un teclado puede ser un instrumento musical supongo, un instrumento para hacer música con tus palabras. Tiene que existir alguna frase que tenga la mejor tonada. Debo buscarla, tomará tiempo, pero algo saldrá de esas pequeñas desvarianzas. Ojalá tuviera todavía la vieja máquina de escribir. Esa si tenía el sonido apropiado, la campana al final, el golpeteo de los martillos sobre la cinta. Ahora es el mero roce del plástico, nada demasiado sonoro o elegante como el metal.

Llueve, llueve. Mi mente viaja por lugares inciertos cuando debería estar concentrados en elaborar un trabajo para conseguir una calificación que me permita mantenter un promedio que me asegure una pasantía en una empresa importante y así tener un seguro futuro profesional y ser el hijo que mis padres quieren. Lo único que quiero es vivir sólo, tener una hamaca, un perro y un bar donde pueda poner blues y funk cuando me dé la gana. Un empleo parece ser demasiado fuera de lugar, pero mis pretenciones no son demasiado elevadas. Lo único que parece ser utopía es encontrar esa mujer que comparta mis desvelos y desvarios. Suelo resignarme, no creo que la encuentre como tal, y me elaboro complejos sueños donde la conozco en la Cinemáteca Distrital, y es la misma que estaba sola en la inauguración de la exposición de la historia del cine colombiano en el Museo Nacional, y vemos la trilogía del padrino juntos bajo unas cobijas.

Ha pasado tiempo, y ahora llueve en Bogotá. No ha pasado demasiado con mi vida, o al menos no como quisiera. Suelo narrar lo cotidiano, pero cuando lo cotidiano son horas interminables de estudio de ciencias exactas, y trasnochadas sin sentido al frente de un programa para simulación de modelos dinámicos, la vida se te pasa. Antes salía al sol, y me escapaba al centro, a mi centro, a caminar sin destino, pero ahora las jornadas sin receso me han deteriorado el espíritu aventurero y rebelde. Me resigno poco a poco, no puedo evitarlo. Me da asco pensar que me estoy volviendo en una pequeña maquina calculadora que no necesita pilas y parece descompuesta cada tanto. Mi círculo de amigos se reduce ahora a los compañeros de estudio, y sin darme cuenta se convierten en familia. Un alfiler rozó mi corazón cuando me dí cuenta de que el viernes llegué a mi casa más temprano que en un día de estudio normal. Ese pensamiento está en mi cabeza desde entonces. "Nadie dijo que iba a ser una carrera fácil", "¿quién le manda a meterse?". El problema no es la carrera, estoy a gusto en ella. El problema es que no se dan cuenta de que en mi cabeza no suele ser la primera prioridad. No se dan cuenta de que no puedo vivir sin la música. No se dan cuenta de que hablo con nostalgia cuando hablo de libros y de Edgar Allan Poe y de Cortázar. No se dan cuenta de que me duele estudiar el jueves porque dejé de ir al Cine Foro de la Virgilio Barco. No se dan cuenta de que soy una mente compleja que quiere conocer todo pero que se especializa porque la sociedad lo requiere. Soy arte y matemática, soy un psiquiatra demente, soy saxofón y batería, soy blues y funk, soy fotografía e ilusionismo. Tal vez no soy nada. Tal vez soy una descarga de palabras y el ruido del teclado. No deja de llover.
Querido lector:

Si te parece que mis pataletas y babosadas tienen algún sentido, por favor contáctame y ayúdame a repararlo. Sean comentarios o correo o mensajería instantánea, ya no puedo con la inquietud que me deja el saber que alguien me ha leído. La faceta más sincera de mi vida se plasma en este diario poco ortodoxo y libre para todo el mundo, pero hay veces que se necesitan opiniones para disipar la niebla.

Alonso

PD: Busco la persona en Argentina que se devoró todo el blog.