miércoles, 21 de septiembre de 2011

Pasos

Llévala a la Candelaria. Muéstrale que la conoces como la palma de la mano. Enséñale el café oscuro donde sirven el mejor capuchino de la ciudad. Enséñale los nombres de las calles, muéstrale la iglesia con el cuentero. Protégela de los metachos con cajas de alcohol en las manos (cabellos largos y rizados, camisetas de Iron Maiden, chaquetas de jean rasgadas o cuero). Cómprale un postre, deja que se haga de noche. Descubre que no sabe lo que es un Cronopio.  Deja que hable de Coelho y los libros que leyó en el bachillerato. Deja que termine el café. Llévala a tomar transporte. Borra su número de teléfono. Lee Hemingway. Toma el próximo café solo.

martes, 20 de septiembre de 2011

Supongo que podría empezar diciendo que el tiempo es relativo y que las cosas nunca se olvidan, como aprender a patinar o montar en bicicleta. Podría justificarme diciendo que me volví mejor lector, que ahora estoy convencido de que pertenezco a esa extinta raza de los que se gastan la mitad del sueldo comprando libros. Podría decir que el desgaste de la vida laboral extinguió mis energías nocturnas y la sensación melancólica que funcionaba bien para inspirarme en tergiversaciones acerca de la soledad e inspiraciones románticas de anhelos de mujeres inexistentes. También puedo decir que por un tiempo no tuve necesidad de un espacio amplio de expresión porque la tuve a ella siempre a mi lado para dejarme hablar en los pocos momentos de inspiración, cuando me salía la verborrea con medio tinto. También existe la posibilidad de justificarse diciendo de que la música y la búsqueda de nuevas sonoridades ocuparon la mayor parte de mis necesidades artísticas, si es que existe tal necesidad... en realidad solo tuve 4 meses de extrema fascinación y disciplina por la armónica, y luego un mes por cada instrumento nuevo que fui comprando... lo cual no justifica tanto tiempo sin escribir.


Es extraña la manera como vuelve la inspiración. Efectivamente la soledad es uno de esos disparadores que facilita que pueda escuchar mis propios pensamientos. Leo Hemingway y me gusta, y esta vez no tengo con quién hablar al respecto. Esa necesidad interna se traduce en ganas de explorar, de escribir, de hacer música. Una hora tocando la melódica, recordando La Pantera Rosa y La Chica de Ipanema, un cuento sobre fútbol, una hora hablando de inspiración, revisar las partituras que tanto odiaba en el conservatorio y que ahora me recuerdan los tiempos en donde la música era un oficio para mí.



Las condiciones son diferentes. Definitivamente no soy el mismo indeciso adolescente tardío de los primeros posts de este blog, aunque debo admitir que escribía bastante mejor de lo que creo que puedo llegar a escribir hoy, con toda la mentalidad pragmática de tanto tiempo sin intentar buscar metáforas todos los días.

Acabo de enviar al magazine del Espectador una editorial corta que publiqué en un foro de fútbol argentino que gustó mucho. Todavía creen que soy argentino, y me dicen el filósofo del foro. Jamás había pensado en unir el fútbol con las ganas de escribir. En fin... esto solo para decir (decirme) que vuelvo a intentarlo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Tengo una guitarra, un saxofón, un redoblante, una armónica, una gaita pequeña, un tambor pequeño, una organeta vieja, una melódica, unos platillos, muchas baquetas rotas.... quiero un acordeón, una trompeta con sordina, un clarinete, un banjo, un Les Paul, un xilófono y muchos micrófonos.

Llega un punto en la exploración musical en que hacer ruido en la batería con una guitarra pesada, un bajo y un sujeto peludo y gritón no es suficiente.
Melodías estériles empiezan a envolver los sueños en medio de los gritos del asfalto.