lunes, 19 de noviembre de 2007

El Ascenso Final

No logro unir las ideas. La cohesión de mis pensamientos se pierde a medida que me involucro cada vez más dentro del estudio de la carrera que escojí. Ya no tengo tiempo para leer a Poe ni a Cortázar ni a Borges ni a Márquez. Ya no tengo tiempo para esuchar a Hendrix o a Joplin o para enloquecerme un rato con Miles y Coltrane. Las letras de mis canciones han perdido profundidad, puedo sentirlo, y debe ser un mal síntoma. La inmediatez de la catástrofe me ha retornado la fe en otras fuerzas que puedan cambiar el destino insípido de la rutina ruín. Ya nisiquiera tengo nostalgia por otros tiempos. Tal vez es porque ha pasado demasiado tiempo y los recuerdos de una vida más propia se borraron a fuerza de trabajos, exámenes y proyectos. La posibilidad de dedicarme a otra cosa pasa demasiado por mi cabeza. La ausencia de una presencia femenina en el horizonte hace temblar las bases mismas del fuerte que solía tener en mi cabeza. Estoy vulnerable, tal vez demasiado, algo inestable. El saxofón está guardado desde principio de año, y el resto de la banda atraviesa la misma crisis por lo supérflua de la música que suena en las estaciones de radio. La composición me pesa, tocar la batería se transforma en necesidad, en terapia semanal. Dos horas a la semana, me desquito con los parches de los tambores de los que brotan ritmos de consuelo, pero no logro transmitirlo a mis compañeros.

Me dolió dejar de ir al cine foro. Ese lugar que me salvó del encierro de los pensamientos especializados y los lenguajes técnicos. El arte y la fotografía que me llenan se mostraban en dos horas los jueves, junto a cinéfilos y gente que pasaba por la Virgilio. Ahora vuelvo a la vigilia artística. Sólo la pequeña exposición del museo de arte moderno parece subsanar horas de falta de tertulia, pero sigue siendo otra de mis excursiones solitarias hacia la ciudad que quiero. Quiero cine, quiero fotografía, quiero música, quiero libros y quiero una silueta dulce que me acompañe.... quiero tiempo. Es el ascenso final, pero después de esta vienen muchos más premios de montaña. Esta ha sido la cumbre más difícil a la que me he enfrentado, una hecatombe completa. Me quedo sin oxígeno, sin ganas, sin ambición. Estoy perdiendo la identidad y me fusiono con una masa de estudiantes iguales. Somos autómatas, meras enciclopedias con falta de criterio en cosas más simples. Nadie observa el atardecer, nadie miró el peculiar brillo de la luna. Nadie busca un significado más allá de conseguir una buena calificación y salir el viernes a bailar y tomar. Nadie se percató de Fotográfica Bogotá.... nadie me busca como yo. Estoy en el lote, entre todos los que van por donde indica la ruta de la montaña, pero este lote no tiene lider. Soy yo el que se quiere esconder, mi cuerpo me ruega por un descanso, pero no puedo darme siquiera el lujo de comer adecuadamente. El ritmo es acelerado, sobrehumano, descarado. No puedo evitar utilizar los tiempos libres para el ocio, perder los minutos en descansos para la mente y el cuerpo. Banalidades tal vez, pero necesarios para recomponer la sinápsis. Así se me pasa el tiempo, y soy cada vez menos lo que solía ser. Cada vez soy más como ellos, como lo que no quería ser. El ascenso final está de frente, pero mi bicicleta está rota y oxidada, y mi mente paralizada por el ritmo.

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