lunes, 5 de noviembre de 2007

Lluvia

Llueve. Llueve en Bogotá. El sábado suspendieron Rock al Parque por la granizada. Fue la granizada más grande de la historia de la ciudad. Efectos del calentamiento global supongo, en estos días es fácil decir que todo es culpa del calentamiento global. Todo es culpa del calentamiento global y de Bush y de Uribe y del Alcalde y de tus profesores. El sonido de los chorros de agua que caen sobre el pavimento es una banda sonora particular. Es lo único que rompe el silencio. Eso junto con el sonido de mis dedos golpeando el teclado, ruido poco melódico y rítmico. Se escucha el sonido diferenciado de la barra espaciadora cada cierto tiempo. Es distinto si; tal vez me equivoco y soy capaz de crear un pequeño ritmo si me lo propongo. Barra espaciadora. Letras, letras, espacio, letras asdfjasdfas asdf asdf asdf asd asd jopwjeo sdf asdf asf as f d sjja wpoe . Es divertido, escuchar escribir, escuchar digitar. Borrar también parece tener un sonido diferente, porque es inevitable presionarlo para borrar letra por letra. Suena cuando me equivoco, es rapidísimo, pero no logro hacerlo con más rapidez. Un teclado puede ser un instrumento musical supongo, un instrumento para hacer música con tus palabras. Tiene que existir alguna frase que tenga la mejor tonada. Debo buscarla, tomará tiempo, pero algo saldrá de esas pequeñas desvarianzas. Ojalá tuviera todavía la vieja máquina de escribir. Esa si tenía el sonido apropiado, la campana al final, el golpeteo de los martillos sobre la cinta. Ahora es el mero roce del plástico, nada demasiado sonoro o elegante como el metal.

Llueve, llueve. Mi mente viaja por lugares inciertos cuando debería estar concentrados en elaborar un trabajo para conseguir una calificación que me permita mantenter un promedio que me asegure una pasantía en una empresa importante y así tener un seguro futuro profesional y ser el hijo que mis padres quieren. Lo único que quiero es vivir sólo, tener una hamaca, un perro y un bar donde pueda poner blues y funk cuando me dé la gana. Un empleo parece ser demasiado fuera de lugar, pero mis pretenciones no son demasiado elevadas. Lo único que parece ser utopía es encontrar esa mujer que comparta mis desvelos y desvarios. Suelo resignarme, no creo que la encuentre como tal, y me elaboro complejos sueños donde la conozco en la Cinemáteca Distrital, y es la misma que estaba sola en la inauguración de la exposición de la historia del cine colombiano en el Museo Nacional, y vemos la trilogía del padrino juntos bajo unas cobijas.

Ha pasado tiempo, y ahora llueve en Bogotá. No ha pasado demasiado con mi vida, o al menos no como quisiera. Suelo narrar lo cotidiano, pero cuando lo cotidiano son horas interminables de estudio de ciencias exactas, y trasnochadas sin sentido al frente de un programa para simulación de modelos dinámicos, la vida se te pasa. Antes salía al sol, y me escapaba al centro, a mi centro, a caminar sin destino, pero ahora las jornadas sin receso me han deteriorado el espíritu aventurero y rebelde. Me resigno poco a poco, no puedo evitarlo. Me da asco pensar que me estoy volviendo en una pequeña maquina calculadora que no necesita pilas y parece descompuesta cada tanto. Mi círculo de amigos se reduce ahora a los compañeros de estudio, y sin darme cuenta se convierten en familia. Un alfiler rozó mi corazón cuando me dí cuenta de que el viernes llegué a mi casa más temprano que en un día de estudio normal. Ese pensamiento está en mi cabeza desde entonces. "Nadie dijo que iba a ser una carrera fácil", "¿quién le manda a meterse?". El problema no es la carrera, estoy a gusto en ella. El problema es que no se dan cuenta de que en mi cabeza no suele ser la primera prioridad. No se dan cuenta de que no puedo vivir sin la música. No se dan cuenta de que hablo con nostalgia cuando hablo de libros y de Edgar Allan Poe y de Cortázar. No se dan cuenta de que me duele estudiar el jueves porque dejé de ir al Cine Foro de la Virgilio Barco. No se dan cuenta de que soy una mente compleja que quiere conocer todo pero que se especializa porque la sociedad lo requiere. Soy arte y matemática, soy un psiquiatra demente, soy saxofón y batería, soy blues y funk, soy fotografía e ilusionismo. Tal vez no soy nada. Tal vez soy una descarga de palabras y el ruido del teclado. No deja de llover.

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