domingo, 7 de octubre de 2007

Ermitaño

Poco a poco mi fe en encontrar personas similares a mí se va reduciendo. En el fondo sé que es bastante difícil que un estudiante universitario aplicado tenga un libro en su mochila sólo por el gusto de la lectura. También resulta extraño encontrarse con alguien componiendo música al lado de una taza de café. Las personas que asisten al cineforo parecen ser poco carismáticas, y creen que al saber un poco tienen la autoridad para creerse más que los demás. Parece que soy un simple ermitaño que vive sin rumbo dentro de la sociedad de la que se supone se debe alejar. Es una definición simple, pero parece ser la más adecuada, un sujeto sin sueños más que el conocer el sentido de las cosas. No hay montañas a las que me pueda escapar, y la vida ascética no es una opción en la actualidad. Sólo me queda pensar, escribir de vez en cuando y seguir con la corriente. Encuentro personas, amistades, personas de las que me quiero rodear, pero sé que ninguna tiene en la cabeza lo que quiero encontrar, aunque aún no sé que sea aquello a lo que me refiero. Ermitaño sin montaña, ermitaño acomodado, ermitaño sin experiencia. Salgo cada fin de semana con el objetivo de encontrar una persona que me siga el ritmo, pero me conformo con aquella que mire ha la luna. Las pasiones terrenales parecen convencerme sin agresividad, y una vida simple y banal me seduce sin presionar. No he dado el paso completo, porque la soledad me aterra, no lo puedo negar, pero cada vez el dilema de poseer dos mundos opuestos me constipa. La ezquizofrenia llegará, la veo llegar, no podré ser profundo y simpático a la vez, y la soledad me embargará y naufragaré en un limbo de ideas. Ermitaño sin montaña.

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