domingo, 26 de octubre de 2008

Pasiones

Cada vez que conozco a una persona nueva siempre hace la misma pregunta, y yo siempre respondo igual: "¿Qué estudias?"- y yo - "¿Qué parece?". Con la del sábado ya van dos veces que me responden literatura. Cuando me responden, tengo una lapso donde me cuesta volver a la calma, donde hay muchos sentimientos desbordados y encontrados con los que siempre debo lidiar. Entre los pensamientos que se cruzan, me llega una sensación de tranquilidad por saber que a pesar de que estudio lo que estudio, al menos mi rostro quiere reflejar mis pasiones. La melancolía también es muy fuerte. Saber que la vocación está en otro lugar es duro, y trato de convencerme de que con el tiempo y el trabajo podré alcanzar a dedicarme en alma a mis verdaderos gustos. Para el que me preguntó, simplemente suspiré, y seguramente es difícil decidir si lo hice por soltar presión o por simple tristeza.

Supongo que es lo más normal de este mundo el preguntarse por la verdadera vocación. Cada vez se ve muy lejano aquella época donde tuve que decidir que carrera iba a estudiar. Decidí estudiar aquello en lo que era más habilidoso, y dejé de lado todas las cosas que me llenaban de mayor excitación. Ya han pasado los años, y es cada vez más claro que ciertas decisiones es mejor tomarlas con el corazón y no con la lógica. 

Quiero escribir. No soy bueno en escribir, pero tengo claro que lo quiero hacer. Probablemente sea malo para la literatura, en parte porque no puedo imaginarme una historia completa nacer desde cero. Mis metáforas son malas, cuadriculadas y repetitivas, y mis descripciones son vagas y poco esclarecedoras, y aún así sé que quiero escribir. Quiero ser un cronista, quiero mostrarle al mundo lo que pasa en algún lugar. La crónica escrita es algo que me enloquece de una manera especial, quiero que la gente conozca a través de mis palabras, quiero que alguien vaya formando la imagen de lo que sucedió a través de cada una de mis líneas. Soy malo en eso, pero supongo que también es cuestión de práctica. Probablemente soy el único tonto de mi carrera que escribe cosas tontas unas cuantas veces al mes, pero este pequeño espacio es de las pocas cosas de las que me siento orgulloso. Soy un cuentero, me gusta creer que lo soy, un narrador de cosas cotidianas, y es una virtud que creo que los que me conocen también me reconocen. De todas formas, siento que, a pesar de no ser el mejor en ello, escribir es una prueba de la existencia, y hay veces que escribir es lo único que se necesita para saberse vivo. Eso, por un lado.

L0s miles de adjetivos que tenemos para describir las cosas no son suficientes para describir la sensación de improvisar jazz, blues, o cualquier música. Sólo alguien que escucha con los ojos cerrados y con mucho volumen Love Supreme de Jhon Coltrane, siguiendo cada cadencia del saxofón, o cada cambio del ritmo podría llegar a sentir parte del éxtasis que provoca lograr compenetrarse lo suficiente con la música como para sentirlo en las piernas. Hace un tiempo que tengo mi instrumento principal abandonado, todo por la falta de una rutina. Todavía recuerdo aquellos momentos sensorialmente extremos cuando improvisaba con una banda de reggae que tocaba bossa nova, cuando cerraba los ojos y hablaba a través del saxofón, y charlaba en ese idioma con la guitarra, y el mundo desaparecía, y quedaba ciego, en un limbo sin partituras ni notas, donde las frases eran melodías, y los bajos el paisaje de fondo. Recuerdo también el capítulo 17 de Rayuela, el mejor capítulo para el amante de la buena música de otras épocas. No estudié música por huevón. Era la elección más próxima y sencilla, una evolución natural de lo que siempre anduve haciendo, una extensión natural de un proceso que llevaba desde pequeño. Sólo el paso del tiempo hizo que la gente dejara de preguntarme del porqué no lo hice, y ahora que vuelvo y me pregunto, no queda sino la rabia conmigo mismo. Ahora, cuando mi cabeza vuela creando nuevas melodías, no puedo dejar de recriminarme que tengo aún lo necesario para triunfar, incluso de cantaor. Eso por otro lado.

Me puedo quedar horas viendo una fotografía. Me puedo quedar horas planeando una fotografía. Una fotografía crea en mi un manantial de sensaciones sin mucho esfuerzo, aún cuando esté mal tomada. Cuando voy a una exposición de fotografía, mi corazón da vuelcos desaforados cuando encuentro algo especial, y cada foto siempre tiene algo especial. No tengo técnica, no tengo un criterio influenciado por algún conocimiento previo, pero creo que puedo identificar una buena fotografía. También es por eso que me duele cada vez que veo una foto perfecta y no tengo una manera de tomarla. Esa es mi próxima compra, la cámara ideal. Ya he averiguado lugares para pagarme un curso de un nivel decente, pero de nuevo el dinero es lo que se me atraviesa en el camino, y no me queda más que seguir esperando.

Una evolución natural de mi gusto por la música y la narración es la radio. No puedo evitarlo, pero tampoco vale la pena ignorar el hecho que soy el único que le gusta escuchar programas de radio de opinión, el espacio cultural de Radiónica, o el programa de historia de los sábados. Del mismo modo, la creación audiovisual es una evolución natural de mi gusto por la narración y por la fotografía. Mi oficio ideal es muy especifico: director de la Sub30, el magazine juvenil de señal Colombia. Esto suena muy especifico, pero hay que admitir que el gremio de las comunicaciones está dominado por un puñado de personas, y ese medio es demasiado superficial para mí. Eso es algo más bien lejano e improbable, pero fantasear es gratis todavía. Es lo más opuesto de lo que voy a hacer cuando termine de estudiar.

Quiero viajar. Quiero conocer el mundo. Soy flaneur después de todo. Seré un nómada por algún tiempo, para empezar tengo que reunir los tres mil dólares para irme a Londres a vivir de lo que sea. Caminar un nuevo país es algo que sólo he podido hacer una sola vez con muchas dificultades. Escribir sobre mis recorridos, grabar el mundo entero. Esto lo haré con certeza, es algo que tengo claro y hay muchas cosas aplazables a excepción de esa. 

Hay muchas más cosas. Intentarle arreglar la vida a la gente no sé si tenga nombre propio, pero aparentemente es de las cosas que más me gustan hacer. Si se pudiera vivir de leer, sería un oficio ideal para mí. Si me pagaran por pensar, sería el hombre más feliz del mundo. Si dejara de pensar en las noches, tal vez podría aprender a despertar a tiempo. Si el mundo te recompensara por ser lo que quieres ser, la vida sería tal vez demasiado fácil.

2 comentarios:

Laura dijo...

Creo haberlo dicho antes ya pero, esta Esquina es un precioso viaje hacia adentro, y este post... leerlo fue, por así decirlo, un placer estético.

Mónica dijo...

"Quiero escribir. No soy bueno en escribir, pero tengo claro que lo quiero hacer. Probablemente sea malo para la literatura, en parte porque no puedo imaginarme una historia completa nacer desde cero. Mis metáforas son malas, cuadriculadas y repetitivas, y mis descripciones son vagas y poco esclarecedoras, y aún así sé que quiero escribir.
(...)
Si se pudiera vivir de leer, sería un oficio ideal para mí. Si me pagaran por pensar, sería el hombre más feliz del mundo. Si dejara de pensar en las noches, tal vez podría aprender a despertar a tiempo. Si el mundo te recompensara por ser lo que quieres ser, la vida sería tal vez demasiado fácil."

No pude haberlo dicho mejor..