jueves, 6 de noviembre de 2008

Desvelos

Últimamente he estado agobiado de demasiados deberes que no pueden aplazarse. Descubrí en la cafeína la mejor herramienta para aprovechar la noche, y en la noche es cuando mi mente está más despierta, aunque el resto del día a veces parece que pierde el brillo. Tres noches seguidas he mantenido mis párpados abiertos gracias a grandes dosis poco saludables de tinto negro fuerte. Después de un tiempo intentando trabajar, simplemente empiezo a distraerme con facilidad y a intentar hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Me quedo dormido mientras intento escribir, incluso cierro mis ojos y me imagino las palabras que atraviesan mis dedos sin demasiados rodeos. Nadie dijo que esto era fácil, pero mi cuerpo ya me está cobrando las veladas sin descanso que he tenido que soportar.

El sueño es brutal, tal vez si cierro mis ojos lo próximo que salga vendrá directamente del subconsciente. Ya van casi dos párrafos borrados por incoherencias que pronuncian mis dedos cuando cierro los ojos.... lo que siga lo escribiré otro día.

En los últimos días me dejé absorber por completo por los deberes y la rutina. Por un par de semanas fue necesario dejar la pensadera y convertirme en un autómata que simplemente trabaja y trabaja para conseguir una calificación decente. La noche siempre ha sido mía, el momento de mayor lucidez, pero dejar la noche para los trabajos me ha desgastado de una manera considerable, y siento que me encierro en una jaula cada vez que tengo que darle mis mejores minutos a algo que no me motiva demasiado. Me consumo, me desvanezco, y mi mente se anestesia en el proceso. Me vuelvo igual a todo el mundo. Quiero convencerme de que estos momentos son sólo temporales, que al menos una vez cada cierto tiempo debo concentrar mis energías en luchar por terminar las cosas que he comenzado, aunque cada vez es más difícil de conseguir. Después de hacer por tanto tiempo cosas que no me gustan, empiezo a odiarlas.

Me desvelo siempre, me desvelo por gusto. La noche es mía y la luna es mi testigo. No sé en que momento empecé a robarle tiempo a mi noche para otras cosas ajenas. Debería empezar a madrugar para aprovechar mejor el día, pero es imposible para alguien como yo. Quisiera decir que he perdido el horizonte, pero es evidente que nunca he tenido uno. La idea de dejar tirado todo y escapar a un lugar lejano me invade demasiado seguido. Tres mil dólares para irme a Inglaterra, cuatro mil dólares para irme a Japón, viajar, cambiar de aire.... todo se reduce a dinero... para tener dinero tengo que trabajar... para trabajar de una manera digna debo terminar... para terminar tengo que seguir soportando las veladas sin sentido.... dinero para compararme la libertad... esclavitud antes de libertad.... esclavitud antes de la esclavitud para lograr la libertad. Por ahora solo me queda maldecir en la noche.

No hay comentarios: