lunes, 23 de junio de 2008

La Sole

Anoche Sole me llamó. Fue una sensación extraña sentir su voz en el celular, es un objeto demasiado cotidiano para la esfera en la que tengo a Sole. Una llamada a dos océanos de distancia y sin demora, amo la tecnología para estas cosas. Nunca he escrito de la Sole, supongo que siempre la tuve ahí para que me pegara el regaño, y desde que se fue a España la diferencia de horarios a hecho que la extrañe demasiado. Apareció en el momento justo, cuando me sentía orgulloso de la forma como componía canciones y exploraba encantado mi inspiración, en una época en la que me podía dar el lujo de tener tiempo para mí. No creo en el destino, ni en determinismos, pero creo que es justo decir que el universo se contrajo para que nos encontráramos. De nuevo, la tecnología jugó su papel, y ella estaba armando con alambres algo para su carrera de arquitectura. La música nos unió, luego las letras y Cortázar nos hizo mejores amigos, ella en Concepción, Chile, y yo acá bajo la lluvia bogotana. Fue refrescante encontrarse con alguien como ella, alguien con suficiente determinación y carácter como para mandar todo al demonio y dedicarse a la música; con convicciones firmes, y sin titubear como suelo hacerlo. Sin drama, sin paranoia, con un ego imposible de doblegar y una fuerza de carácter sin comparación (y tal vez demasiado Sartre). Hablábamos de blues, hablábamos de filosofía, hablábamos de Rayuela, luego hablábamos de cualquier cosa como si nos conociéramos desde siempre. Por eso mismo no estoy seguro del tiempo que la conozco, podría decir que toda la vida y lo diría con seguridad.
Ahora, en una sociedad donde siempre sentí que era el único cuerdo que se detenía a pensar y a observar, Sole fue un faro para llevar mis dilemas por el buen camino. Se transformó en la conciencia de mi conciencia, y en la única que me conocía lo suficiente como para destruir mis preguntas estúpidas y dramas idiotas. La Sole es la única que me regaña, así que anoche, después de tal vez un mes sin cruzarnos, le conté mis andanzas, porque necesitaba el regaño, porque nadie más es capaz de darme la cachetada que necesito para mantener la integridad del pensamiento. Ella suele decirme que nuestra especie no está en vía de extinción, pero el hecho de que tuvo que viajar hasta España para encontrarse con su hombre no me parece más que una confirmación de la idea. La bohemia, los filósofos, los pensadores y músicos no son producidos en masa. Igual.. fue bueno sentir otra vez su regaño.

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