martes, 21 de agosto de 2007

Bus

Me gusta tomarlo en el paradero al frente del parque Nacional. Está a unas cuadras de distancia, donde nadie conocido puede observarme, y puedo ser lo que quiero ser sin que nadie me juzgue. La sola proximidad con el parque me permite pensar en olvidar la ruta e ingresar a leer y fumar uno de esos cigarrillos ligeros que he aprendido a disfrutar. Hay algo satisfactorio en todo el proceso, y me alejo de las situaciones ordinarias de la vida universitaria y el estereotipo del estudiante de ingeniería. El músico y pensador de corazón pertenece al parque y observar la ciudad. Generalmente mi estómago hace protestas para que no me deje seducir de la vida bohemia y regrese rápido para darme el festín del medio día en casa y así, en medio de la carrera séptima, me detengo a observar y esperar. Ese punto es la entrada al centro, y la ciudad se presenta como es, sin tapujos dados por la pudencia o la pobreza, sólo edificios de todas las edades y el asfalto. El tamaño de las construcciones suele hipnotizarme, siempre miro al cielo, y las terrazas se ven bastante más cerca de leer las nubes. Aunque se que he caminado bastante, me rehuso a tomar la ruta que me deja unas cuadras más alejado: la ruta que me deja más cerca se demora bastante más, y me permite observar un poco más la situación. Sé que existe una escultura en la mitad del parque, pero la verdad nunca le he puesto demasiada atención. Sirve de un hermoso fondo para tomar el transporte, y prefiero llegar hasta allí, para el deleite de los que me miren subir. Del otro lado, la nueva lagartija del logo de ecopetrol me hace recordar una conversación sobre los efectos del refinanciamiento que dio la venta de acciones.
Pasan varias opciones, pero espero por el 492 o el 914 que dice Ferias. Aprovecho para tomar el poco aire que los pulmones del cerro le brindan a la ciudad. En ese punto, el oxígeno del bosque se combina con la fragancia muerta del humo de la ciudad y me siento en casa.
Es fácil darse cuenta de que la gente no mira a otra gente cuando te dedicas a mirarlos pasar y nadie te presta los ojos. Al menos no del mismo modo. Miran sin cuestionarse sobre el camino o el nombre de la otra persona. Absorto en tus propios asuntos, el mundo se reduce y no puedes observar la grandeza de lo que te rodea. También me pasa, pero procuro no dejar de asombrarme.

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