sábado, 9 de agosto de 2008

Asia

La primera vez que la vi, sólo sentía muchísima curiosidad por sus rasgos asiáticos. Una reacción normal supongo, por la aparición de un rostro con facciones diferentes. Se notaba que no era completamente asiática, y en su forma de mirar se notaba la timidez, tal vez producto de estar siempre como objeto de las miradas de los transeúntes. De eso hace ya tal vez 2 años, la verdad no lo puedo decir con certeza, y me sorprende últimamente darme cuenta de que todas las cosas que recuerdo son de hace demasiado tiempo. Era una de esas semanas de la cultura japonesa, y ella, teniendo sangre de China, acudió a una de las películas que proyectaban por las fechas. 
Esa vez no reparé demasiado en ella. Debido a mis estudios de japonés he creado una extraña pero real suspicacia contra los chinos, y no fue diferente con ella. Simplemente me percaté de su existencia, y de ciertas mística que rodeaba a las personas que trataban con ella, como si fuera un animalito en vía de extinción. 

Después me di cuenta hace unos meses de que estaba tomando las mismas clases de japonés que yo solía tomar. Así que ese tonto obstáculo que me había creado se había roto. Tiene unos ojos muy expresivos. No son los ojos rasgados y cerrados de los japoneses, los de ella son perfectamente redondos y sus párpados se pueden abrir por completo, y le permiten una expresividad particular y difícil de describir, que armonizan a la perfección con un rostro ovalado y de pómulos suaves. En ese aspecto me llamó la atención, porque a pesar de ser igual de superficial que un hombre corriente, unos ojos hermosos me pueden tocar más rápidamente que un buen cuerpo. En los días en que vivimos, basta con tener el cabello arreglado y unos ojos llamativos para conseguir la atención, al menos la mía. Su forma de vestir me confirma su timidez. Chaquetas largas, siempre chaquetas largas, por debajo de la cintura, le cubren todo su cuerpo, y no se puede saberse con certeza que tipo de silueta tiene, aunque no parece que sea una que deba ser ocultada. No es demasiado alta, pero está en el promedio colombiano, y supongo que es mi culpa por ser alto que ese aspecto nunca lo dejo pasar. Hay un par de cosas que si me llaman demasiado la atención. Por un lado, por cosas de la genética y la raza, tiene la piel perfecta. Lisa, blanca, perfectamente tensa y suave a la vista. No tiene ninguna marca especial, y al mantener su rostro sin maquillaje, exhala una sensación de tranquilidad con la armonía de sus facciones. El otro elemento, sus labios. Son labios para besar. Lo noté desde la primera vez, cuando ni siquiera consideraba darle un saludo, notaba que tenía unos labios perfectos. Delgados pero carnudos, llenos, un rojo perfecto, un labio interior suficientemente prominente, labios para besar, para ser besados, que me gustarían besar.

Sus miradas llegaron después. Me recordaban otras mujeres que me miraban con intenciones y deseos escondidos, pero con su personalidad pasiva y los ojos expresivos, le correspondía la mirada y ella la desviaba. Son esos cruces casuales por lugares públicos los que hacían crecer en mí cierta curiosidad. En una ocasión, mientras bajaba por unas escaleras largas y anchísimas rodeadas por vegetación densa que comunica la parte más alta de los edificios sobre la montaña con la planta principal me encontré con ella subiendo. En ese momento nunca nos habíamos dirigido la palabra, y cruzamos las miradas. Esos ojos brillantes y grandes me miraron, y yo la mire con firmeza sin detener mi marcha. Ella tomó aire y abrió sus labios para decir algo, pero mantuvo el aire y se tomó sus palabras. Eso fue todo hasta hoy.

Desde hace ya mucho tiempo que me devoré todo lo que la universidad tiene para ofrecerme en idioma japonés. No es que tenga una obsesión especial con esto, sino que simplemente se me dio así: una vez tomé francés, me asustaron las 14 formas de pronunciar vocales y decidí matricular japonés por ninguna razón en especial. Una vez en clase me gustó, y me volví además amigo del sensei, razón por la que desde los primeros semestres decidí sacrificar mis sábados para pasar una mañana agradable con gente tranquila. Las veces que no tuve clase los sábados, ese día simplemente quedaba perdido, así que me acostumbré, y lo tomaba como una simple visita al padrino o a los tíos, el sensei es verdaderamente un personaje cálido que recibe a todos como familia. Después de tomar todos los cursos disponibles, sensei simplemente continuó dictándonos clase, sin que con ello le paguen un peso, simplemente por mantener el grupo de estudio. Hemos sido sin embargo, los desplazados de la universidad con todos los cambios de idiomas, y mantener este tiempo de práctica se ha venido dificultado. Soy probablemente uno de las 3 personas que más conocen el idioma en la universidad, y por esa misma razón, esta vez decidimos colaborar con el sensei para nivelar a unos alumnos de niveles inferiores. Hoy, ella estaba ahí, entre los estudiantes a los que ayudaría. Fue muy sutil, pero logré descubrir sus pequeñas miradas hacia mi lugar. Al acabar la clase, todos salieron a excepción del sensei, un compañero, ella y yo. Tengo que encargarme de un par de cosas esta vez, así que tenía asuntos que tratar con sensei, pero ella también esperó, aunque desconocía la razón. Hice una llamada por mi celular, y mientras lo hice, la miré directamente a los ojos. Ella estaba a un poco menos de un metro de mí, en una silla del frente, pero mientras hablaba con alguien al teléfono, nos observamos sin dudarlo demasiado. Parpadeó como en cámara lenta, y seguí sus ojos, y ella los míos. Emprendimos el camino y empezamos a hablar. Conocí su voz, que era dulce pero segura, en contraste de sus apariencias tímidas. Cuando le pregunté qué creía que estudiaba.. "seguramente algo con humanidades".. cuando me dicen eso me estremezco por dentro. Quisiera decir que estudio lo que estudio porque quiero comprar mi libertad y lograr dedicarme a lo que verdaderamente llena mi mente de éxtasis. Pero no, hice de tripas corazón y seguimos hablando. No puedo recordar su apellido porque era difícil de pronunciar y no tengo la más remota idea de la forma en que se escriba, pero su corto y latino nombre se me estampó fácil en la memoria. La conversación sólo continuó en el trayecto que va desde el aula de clase hasta la biblioteca, donde ingresé para seguir leyendo Tokio Blues (o Norweign Wood) de Murakami Haruki, paradójicamente japonés, aunque fue simple casualidad; mi último libro fue de Fedor Dostoievski, este simplemente seguía en la lista. Hablamos de pocas cosas, y simplemente reconocí en ella un amor real por la crónica escrita, una sensación zozobra por el futuro profesional, y el hecho de que tomó la cátedra de Cortázar, con lo cual no pude sino acrecentar mi curiosidad. No quedamos en nada especial, supongo que nos volveremos a ver la próxima semana, pero si me cruzo con ella seguramente la invitaré a un café. Por ahora tengo un verdadero interés en conocerla mejor, con el tiempo, tal vez, Asia.

1 comentario:

Vivianne dijo...

Detallado, sinuoso, una exclamación a la curiosidad que te abre e hincha el corazón sin siquiera darte cuenta, no pierdas la huella, seguro te depara sorpresas!!!