martes, 5 de agosto de 2008

Encuentros

Me tomó descuidado. Creo que ya he dicho un par de veces que la gente no sabe mantenerme la mirada. Ella lo hizo, lo hizo como si me conociera desde hacía mucho tiempo y no tuviera problemas en mirarme a los ojos sin el menor esfuerzo. 
Yo no estaba solo, simplemente pasaba para comer con mis compañeros cuando la miré y ella sonrió. Luego hizo un gesto cálido, y entrecerró un poco los párpados, y unas pequeñas arrugas aparecieron en su excesivamente blanca y redonda cara. Pude leer claramente la forma como sus labios describían la vocalización de un "hola" algo tímido. Ella también tenía compañía, pero dejó de hablar con ella para observarme y darme su atención. Sus amigos pudieron pensar fácilmente que yo era un conocido, pero estaban bien equivocados: creo que nunca la había visto en mi vida. 

Cuando dijo ese mudo saludo, yo le respondí de la misma forma, pero desconcertado. Me quedé con mi comida en las manos y de pie frente a mi silla por unos segundos. Me desconecté de repente preguntándome por esa persona que era capaz de saludarme tan familiar y cálidamente y por el mismo lapso de tiempo me dispuse a buscar en lo más recóndito de mi memoria. Al final, mis compañeros me despertaron del momento y mientras terminé de comer la miraba de reojo.
Ese gesto me retumbó todo ese día. No era una mujer excesivamente hermosa como las que se pueden observar con creciente frecuencia en mi campus, sino que era más bien una mujer de contextura  poco suntuosa, y un rostro tímido y natural. El cabello recogido, tal vez nada de maquillaje. Si continuara en mi tendencia superficial destructiva, probablemente ni siquiera hubiese notado su presencia.
Es aquí donde debo admitirlo. Tomó la iniciativa. Ese sólo gesto la puso en el plano de mujer interesante, y estuve distraído en los 20 minutos siguientes desde que me senté para comer y regresé a mi facultad. 

La cosa pudo haber terminado ese día con facilidad, una simple mirada curiosa de una mujer extraña. Sin embargo, el azar o tal vez algo más hizo que me cruzara por accidente con ella. Entré a una de las muchas cafeterías de mi universidad dispuesto a tomarme un té frío. Después de pagar el excesivo precio que mi antojo requería, me dirigí a una pequeña plaza, una playita con sillas que sirve de punto de encuentro para una monitoría que debía dictar de dos minutos. Al salir de la cafetería y bajar un piso hasta ese lugar, una mujer estaba sentada en una silla, y era la única en el lugar. La observé porque noté de inmediato que estaba haciendo todo lo posible para llamar la atención de una paloma que estaba cerca. Utilizaba los típicos gestos con los que uno llama a un perro, pero fue evidente de que la cosa no funciona con aves. Me quedé observando de pie a la distancia la escena, hasta que observé el rostro de la persona y se trataba de ella misma. Por un pequeño instante se sonrojó, pero me miró con delicadeza y trazó una curva en sus labios, a la cual respondí con mi propio sonreír. Seguí mi camino, porque en ese momento el tiempo no era mío, pero supe que estaba al tanto de mi existencia.

Por supuesto, mi cabeza no ha cesado de intentar racionalizar cada momento de las dos situaciones en busca de una explicación. Armo videos extraños donde ella resulta siendo una acosadora que me conoce por fotos y de repente se sintió con suficiente conocimiento de mi vida como para saludarme, u otra historia paralela donde intento explicarme como una persona con apariencia tan tímida pudo soportar el latigar de mi mirada en sus ojos y saludar.

Es cierto, acabo de escribir una cosa trivial, un desconocido que saluda, nada más. Probablemente sea otro de esos casos en los que pienso que encontré una persona para mí, y dentro de un par de horas cambiaré de parecer. También es posible que dentro de los 15000 alumnos de mi universidad, fueron cuestiones del azar, pero no puedo evitar mi curiosidad. La ventaja del anonimato es que puedo pensar lo que quiera sin esperar una verdadera consecuencia en mi mundo social, y del mismo modo puedo imaginar que tal vez encontró fotos mías, o leyó este blog y de repente me reconoció. Igual, mantendré mi rutina y no forzaré ningún encuentro, por lo que tal vez esta sea la última vez que hable de esta inquietud.

2 comentarios:

Laura dijo...

That's the way aha aha I like it aha aha

Vivianne dijo...

Posees una escritura suave sencilla sin matices que pierden la lectura, un pasar tranquilo como estás letras hilvanadas a punto sincero y enternecedor, un saludo desde Santiago de Chile, la capital del smog!