martes, 26 de agosto de 2008

Coffee & Cigarettes

Subí mi mirada interrumpiendo la lectura y me contemplé. Estaba sentado como siempre, sin decencia, ortopédicamente erróneo, casi acostado sobre la silla y con mis piernas explayadas como si fuera la mesedora de mi casa. El café aun estaba caliente, el cigarrillo estaba a la mitad y humeando en mi mano. He adoptado este nuevo ritual con agrado: termino de dictar las clases que debo hacer como práctica social, y aprovechando la cercanía al centro, camino hasta las plazas para ojear los libros y cachivaches y luego sigo hacia el mismo café sobre la 19. Compro dos cigarrillos y subo al segundo piso para leer mientras espero el atardecer. Hoy aparentemente llegué más temprano, y de las más de diez mesas, sólo un sujeto calvo leyendo el periódico y una pareja haciéndose cariños tomaban asiento. Me coloqué en la esquina al lado del ventanal y me puse cómodo. Detrás del vidrio la gente se movía como hormigas en una granja sin saber que estaban bajo el examen de mi mirada. La mesera me saludó esta vez más familiarmente y ya sabía lo que quería. Encendí un cigarrillo y me sumergí en la lectura. No sentía lo que sucedía a mi alrededor, tomaba bocanadas de humo y sorbos del café. A la mitad del segundo cigarrillo, subí mi mirada interrumpiendo la lectura y mire a mi alrededor. Estaba sólo en el lugar. 
Por un momento quise poder salir de mi cuerpo y observar la escena desde otra perspectiva. Ese instante tuvo un sabor especial. Quise tener el poder de hacer más lento el tiempo y prolongar ese momento por una eternidad. Sentía que ese momento era mío de forma natural, estaba haciendo lo que me gusta hacer, sin testigos, sin jueces. Una hora perfecta, un libro, un café y un cigarrillo. Sonreí e proseguí con mi lectura, pero no pude seguir. Subí mi mirada interrumpiendo la lectura y después de comprobar que el momento no terminaba, cerré mis ojos y me dejé llevar por la sensación sobre mis pulmones y el sabor en mi lengua. Esa gratificante sensación de victoria que nace cuando por fin eres lo que quieres ser y los problemas del mundo detrás del cristal no importan me llenó poco a poco cada centímetro de mi cuerpo. Abrí los ojos, apagué el cigarrillo, tomé el último sorbo, y después de comprobar que la oscuridad empezaba a cubrir el cielo, bajé mi mirada continuando la lectura.

1 comentario:

Laura dijo...

Y hoy el sol completamente anaranjado me produjo ganas de café con flanneur en el centro...

Terminé en la 85 tomando pola jejeje