Así que llega un momento en que te encuentras frente a ti mismo y reconoces las particularidades que definen lo que eres. Te das cuenta de que te arrepientes de haber perdido una charla sobre literatura, o que te sientes estúpido si pasa un sábado sin que veas una película europea. Te das cuenta de que los demás utilizan con demasiada frecuencia el término "mamerto", pero tampoco los culpas porque te acostumbraste a almorzar solo y llevar un libro. Te das cuenta de que solías criticar el carácter pretencioso de lo snob, y que ahora intentas deliberadamente entrar a un mundillo intelectualoide en el que es necesario el refinamiento del lenguaje de la clase alta para que tus argumentos tengan algún nivel de cohesión. Con el tiempo empiezan a aparecer por si solas las metáforas en la vida corriente, empiezas a hablar en términos más complejos, tus ojos empiezan a envejecer más rápido que el resto de tu rostro. Empiezas a leer a la gente, empiezas a sentirte más cómodo en bibliotecas que en cafés y buscas el lugar perfecto para estar solo.
Llega un punto en que la necesidad de leer se mezcla con el sueño de escribir y con la búsqueda constante de música, de imágenes. Llega un punto en que te das cuenta de que los monólogos de tu cabeza son comparables a las grandes exposiciones de columnas de periódicos, de personajes de literatura, de elaborados discursos de pensadores. Cómo conciliar esa sensación de ser diferente con la necesidad de ser igual a los demás y no resaltar lo suficiente. Cómo evitar el miedo a ser estigmatizado por exceso de ideas, como no tener miedo a que la sociedad te tilde de pretencioso o de intelectual.
Lo primero fue sobrevivir a la soledad absoluta. Sobrevivir al silencio. Sobrevivir a los propios pensamientos. Solo en la extrema soledad se reconoce el yo interior culpable del exceso de pensar y de los dolores en el pecho por falta de esa perfecta persona que encuentra placer en tus mismos placeres. El que sobrevive sin caer en el nihilismo, o lo acepta como motor de acción, encontrará perfectamente delimitado las condiciones sobre las que se puede desarrollar completamente.
En este punto, cada nueva cosa no hace sino reafirmar la definición de mi caracter, cada nuevo pequeño rito que incorporo a mi puñado de cosas que me hacen feliz van marcando el verdadero camino hacia el ejercer de mis pasiones. Superar la etapa en que la soledad era sinónimo de melancolía. Ahora amo la pequeña soledad hedonista que he creado para mis tardes y mis horas.
Y si. Vuelvo a escribir una vez más.
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