He dejado de pelear contra la marea, para darme cuenta de que no existe una marea. Los prejuicios que tenía sobre el estereotipo en el que me estaba convirtiendo han desaparecido. Me estaba creando barreras mentales sin razón. Me siento cómodo entre las cosas a las que estaba reacio a asimilar dentro de mi vida. Soy lo que soy, no necesito cambiarlo, y mis urgencias por contacto social desapareció en la familia que se creó dentro de la facultad.
No sé si se puede resumir en resignación o en simple costumbre, pero de repente ya no me importa ir a conocer nuevas mujeres en los bares, ya no quiero seguir luchando por mantener una postura o una mirada que evidencie mi efecto sobre las personas al caminar. Simplemente me dejo llevar, dejo de revelarme, dejo de preguntarme.
La vida es más tranquila ahora. Tiene menos arte, menos literatura, menos cine, pero es más tranquila. El trabajo y los vicios tienen su espacio reglamentario, la simple presencia de las amistades ahora convertidos en familia de todo el día son suficientes para retomar las labores y sonreír al mismo tiempo. He dejado de caminar al centro, pero ya no tengo esos pensamientos de soledad y melancolía bohemia que me invadían. De repente soy parte del sistema, pero no quiero volver a mortificarme pensando en que no pertenezco a él.
Ha sido un largo rato desde el último post. Creo que esa parte de mí que se enmarcaba bajo el seudónimo de Alonso Llosa ha dejado de aparecer por un buen rato. Creo que ha sido gracias a las amistades y los fuertes vínculos creados en esos espacios rutinarios lo que me ha permitido volver a relajarme, disfrutar de cosas que en otros lugares parecerían estúpidas, locuras de sitios especiales. La gente a mi alrededor se contagia del mismo sentimiento, después de la crisis de identidad de 4 semestre y el purgatorio del último año, este aparece como la tregua entre la carrera y la vida.
Ya era hora de que volvieras a escribir Jairo.
1 comentario:
Ay! si te llamas jairo es un graaan alivio... el nombre Alonso me perturba :D
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